—¿Dónde? —endureció el tono.

—No importa. El punto es que lo conocí poco antes de... Yo sabía por todo lo que estaba pasando.

Relajó la expresión.

—Ya me conocías entonces —afirmó.

—No, me habló sobre ti, pero nunca me dijo tu nombre y no sabía que eras esa chica. Lo supe cuando Darcy se mudó y vi una fotografía suya entre uno de sus libros, tal vez era tuyo.

Asintió, incómoda.

—¿Entonces por qué viniste?

—Vine a decirte algo que seguramente has escuchado muchas veces; No fue tu culpa —desvió la vista, con fastidio—, la diferencia es que yo sé que no fue tu culpa —suspiré entre los cientos de escalofríos recorriéndome—, fue mía.

Me miró.

—¿De qué hablas? —le tembló la voz.

Esperaba que ver a aquella Isabel para la que yo no soy más que una cucaracha, me diera el valor, en cambio, delante de mí está la que tantas veces fue a ver a Syria.

La Isabel llena de miedo y culpa que tengo delante me rompió el corazón.

—Yo le dije que se quitara la vida —murmuré—. No exactamente, pero yo le planteé la idea. No sabes cómo lo siento... —comencé a llorar.

Yo fui la que le dijo a Gabriel que lo hiciera. Estaba muy cansada, con muchas cosas en la cabeza, él llegó y solo quería que se fuera, entonces le dije que acabar con el sufrimiento era una opción.

Su mirada se llenó de lágrimas, pero de puro y crudo rencor, todo hacía mí y lo merezco.

—Isabel...

—Vete —habló, conteniéndose

—Es que...

—¡Lárgate!

Al gritar, entró una enfermera a tranquilizarla, además, vinieron sus padres detrás.

—Vete y no la molestes —me dijo su madre.

No tenía derecho a decir nada más, así que salí de la habitación. A unos metros de la puerta, la escuché gritar.

Volteé.

Su madre la abrazaba, mientras la enfermera preparaba una inyección.

Custodiando la puerta, estaba su hermano y el odio que depositó en mí, con la sola mirada, no le pidió nada a la molestia del médico que iba a atender a Isabel.

—Vuelve a casa, Marcel te va a llevar —me indicó mamá al pasar detrás de mí, camino a la habitación.

Ni siquiera Darcy pudo mirarme. Eso me dolió más.

—Nadia —habló Marcel, esperando por mí.

Solo me fui con él. Yo no tenía nada más que hacer aquí.

~ ⚝ ~

Marcel me dio una taza de té que preparó él mismo. Supongo que no creyó que pudiera quedarme sola luego de lo que pasó.

Estamos en mi departamento y, la verdad, no pensaba ir a dormir, no iba a poder.

Se sentó en el sofá a mi derecha.

—Deberías ir a dormir —habló.

—... —bebí del té—. Prefiero esperar hasta saber qué pasó con Isabel.

—Ella va a estar bien.

—No puedes estar seguro, no puedes saberlo —dije para mí.

—Sé que va a estar bien y que no tienes por qué sentirte así... —guardó silencio cuando lo miré. Dejé la taza en la mesa.

—¿Por qué todos me dicen que nada es mi culpa, pero me tratan como si lo fuera?

Lo que me está molestando de todo esto es que me dicen que yo no hice nada, que ni lo de Gabriel y la situación de Isabel son mi responsabilidad y, al mismo tiempo, quieren que tome mi responsabilidad o me miran como si yo fuera una asesina.

—No todo el mundo sabe cómo reaccionar.

—Prefiero que me lo reprochen, eso ayudaría —murmuré, evitando volver a llorar.

—No eres una mala persona, solo te equivocaste una vez y nadie te está dando la espalda, solo acepta esa oportunidad.

—Tú no sabes si soy buena o mala persona...

—Sé que —me interrumpió—, cuando te conocí, lo único que me dijiste fue que; si lastimaba a tu mamá, no volvería a verla.

Lo miré y no pude evadir el llanto.

A duras penas recuerdo aquello... Solo sabía que no iba a impedirle a mi mamá darse una segunda oportunidad. Ella lo merecía más que nadie...

Me cubrí la cara con ambas manos y agaché la cabeza cuando rompí en llanto.

Marcel no me dijo nada, únicamente se quedó en silencio, acompañándome.

~ ⚝ ~

Por la mañana, no fui al instituto porque igual solo tenía una clase. Me di un baño y, mientras preparaba café, mamá llegó.

Le di una taza que aceptó enseguida.

—Gracias —dijo.

—¿Cómo está Isabel? —pregunté.

Bebió un sorbo.

—Bien, se está recuperando. La darán de alta, supongo que mañana o pasado —Asentí y fui a la nevera para sacar la leche—. ¿Desde hace cuánto sabes que era la novia de Gabriel?

Puse la caja en la mesa.

—Casi desde que Darcy se mudó.

—Nadia...

—No lo supe entonces —aclaré—. Sabía que lo conoció, luego conocí a Isabel y... me fui enterando.

Lo pensó muy bien. Creo que ella piensa que mi relación con Darcy se limita a tolerarnos.

—Isabel necesita ir a terapia, lo que hizo no fue cualquier cosa. Sus padres temen que lo vuelva a intentar. La compañía de Darcy la ayudará mucho.

—... ¿Ella sigue en el hospital?

—No, ella me trajo, pero volverá para quedarse con Isabel.

Me quedé en silencio y mamá se llevó su café a su habitación. Esperé hasta que la escuché cerrar la puerta, entonces fui a llamar al departamento de enfrente.

Darcy me abrió.

—Mi mamá me dijo que Isabel está bien, pero necesita toda la ayuda posible —hablé yo primero.

Asintió.

—Físicamente está bien.

La miré a los ojos, igual que ella a mí.

—Ella te necesita, ¿cierto? —No respondió—. Y no eres capaz de dejarla sola.

—Nadia...

—Solo termina conmigo, eso lo hará más sencillo.

—No quiero que terminemos.

—Esto es mi culpa y no intento esconderlo. Ella te necesita —insistí.

—... —solo me miró y tardó mucho en decirlo. Me lo hizo mucho peor—. Perdóname, pero tengo que cuidarla. Lo prometí.

Asentí, aceptándolo perfectamente.

Blackjack | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora