Capítulo 7

18 3 0
                                    

Quinn

Mi hermana era la persona más desordenada que conocía, su habitación era un completo desastre. Había ropa por aquí y por allá, la cama no tenía sábanas, sus cuadernos y un montón de hojas estaban repartidos por todo el piso. Era como entrar a un lugar completamente diferente a lo ordenada que solía ser mi casa. Así que el fin de semana me propuse arreglarla por ella.

Protestó mucho, pero al final aceptó, sobre todo cuando le propuse la idea de que pidiera una pizza para desayunar.

—Papá y mamá nos matarían si supieran que estamos desayunando pizza—Mencionó Blake, desde su cama.

Que bueno que habían tenido que salir a una boda de unos amigos en la ciudad o algo parecido.

Yo me había negado a comer en la sala porque tenía el presentimiento de que si lo hacía, ella subiría a destrozar lo poco que ya había arreglado en aquel nido que era su habitación. Por lo que nos quedamos allí, ella en su cama de piernas cruzadas comiendo su pizza y moviendo su mano libre de un lado a otro y yo en un pequeño sillón también, comiendo mi pizza y observándola con sigilo por si alguna rebanada que estuviera comiendo salía volando a ensuciar alguna cosa.

—Si se enojarían—Le di la razón—, pero no tanto si les digo que en el proceso logré que este lugar se viera un poco presentable.

Blake me puso mala cara y acto seguido me lanzó un cojín, lo esquivé sin mucho esfuerzo. Su coordinación nunca había sido la mejor.

—Serías tan buena en cualquier deporte—Ironicé mientras me comía el último trozo que me quedaba de pizza, seguía habiendo más, pero estaba en su cama y me daba pereza levantarme.

Por un rato me quedé viendo los alrededores de la habitación mientras que Blake comía tranquila su pizza; En mi casa solo había dos habitaciones, la de mis padres y la mía, cuando mi hermana nació—obviamente—dormía en la de ellos, pero cuando comenzó a crecer no sabíamos qué hacer. Bueno, ellos no sabían qué hacer.

Para mí no era problema tener que compartir mi habitación, es más, siempre me había encantado la idea de tener alguien con quien hacerlo. Y lo hice, con Blake, solo que durante más o menos 6 meses después de que ella cumpliera los 6 años. Mis padres habían desalojado y limpiado el ático para ella. Era enorme, casi del tamaño de la sala de estar, en ese entonces su cama la habían puesto justo debajo de la pequeña ventana que da a la calle, su armario en la pared izquierda y un pequeño escritorio en la pared derecha para que ella se sentará allí a hacer sus tareas, era una habitación adorable.

Pero los años pasaron y ya solo podías especificar donde estaba la cama, oh, y el montón de fotos que adornaban las paredes. No entendía cómo alguien podía ser tan desordenado y menos que ese alguien compartiera mi misma sangre.

—¿Por qué esa sonrisa?—Me preguntó Blake volviéndome a la realidad, la observé. No había notado que estuviera sonriendo.

—Recordaba cosas—Le dije y me puse de pie, rodeé la cama y me senté a su lado derecho apoyando la cabeza en su hombro.

—¿Todo bien?—Asentí lentamente, el silencio duró dos segundos—¿Acaso sigues sintiéndote terrible por lo de Dylan?

Me enderecé para verla.

No le había dicho que curiosamente ya estábamos bien y que también acepté hacer el intento de ser su amiga. Admitiré que ese día hablando con él no me la pasé tan mal, aunque desde entonces no lo veo. Según su club de fans—mis padres— él y su papá fueron algunos días a la ciudad.

—En realidad ahora creo que somos amigos.

Blake casi se atraganta con la pizza, tuve que darle palmadas en la espalda y todo. Cuando se recuperó me miró con los ojos muy abiertos llenos de mucha sorpresa y curiosidad.

Dylan y QuinnWhere stories live. Discover now