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El castaño solo vió como Chuuya desapareció y pensó en quién pudo haberlo llamado para que saliera prácticamente corriendo.

Con eso en mente tenía planeado ir a su casa para relajarse un poco, pero se vio obligado a cambiar de planes, tuvo que ir a la agencia después de recibir una llamada de parte de su compañero.

Vaya que honor recibir una
llamada tuya Kunikida-kun.
¿Qué es lo que se te ofrece?

Primero que nada... ¡¿En dónde demonios te has metido?!

Es mi descanso Kunikida-kun

¡¿Descanso?! ¡A ti nadie te ha
dado descanso maldita momia
mal vendada!

Ante los gritos de su compañero separó el celular de su pobre oído.

¡Así que ven ahora mismo
a la agencia! ¡Tenemos mucho
trabajo!

Bien, bien, pero no grites o
te quedarás sin voz, aunque eso
sería mejor, ya no me gritarías.

Fue lo último que dijo y finalizó la llamada.

Llegó a la agencia y entró siendo recibido por un chico de cabello albino.

— Dazai-san, bienvenido. — con una sonrisa realizó una leve reverencia.

— Hola Atsushi-kun ¿Cómo estás? — devolvió la sonrisa y le revolvió el cabello.

El chico abrió la boca para responder, pero antes de formular palabra fue interrumpido por un hombre de cabello rubio.

— ¡¿En dónde te has metido Dazai?! — lo agarró del cuello de la camisa y comenzó a sacudir lo de un lado a otro.

— Estaba muy ocupado, Kunikida-kun.

— ¡¿Ocupado?! ¡¿Con qué?!

El castaño iba a hablar, pero en ese momento ingreso un hombre de cabello albino a la habitación en la que se encontraban.

— ¿Hay algún problema? — preguntó con voz firme, en ese mismo momento Kunikida dejó ir a Dazai.

— Ninguno señor presidente. — Kunikida fue quien respondió, miró de reojo al castaño antes de volver a ver a su jefe. — Solo le estaba preguntando a Dazai el por qué no se había presentado a trabajar. — finalizó acomodándose los anteojos.

— Ya veo, Dazai ven a mi oficina por favor. — se retiró de la habitación dejando un silencio que comenzaba a sentirse incómodo.

Dazai se dirigió a la oficina de su jefe, llamó a la puerta y entró cuando se lo permitieron.

— Siéntate, Dazai. — pidió tomando una taza de té, cuando el mencionado tomo asiento prosiguió hablando. — ¿Cómo te fue?

— Aún no consigo hablar con él. — soltó un suspiro de frustración.

— ¿Seguirás intentando?

— Por supuesto, debo decirle lo mucho que lamento lo de esa noche y... La noche en la que me fui... — bajo la mirada perdiendo se en sus recuerdos.

— ¿Regresarías a la mafia?

— No. — Respondió volviendo su vista al frente.

— ¿Y si él te lo pidiera?

— No, él jamás me pediría algo así.

— ¿Por qué piensas eso?

— Por que lo conozco lo suficiente para saber que no me lo pedirá. — En su rostro se dibujó una sonrisa triste.

El albino dejó salir un suspiro y habló nuevamente. — ¿Qué pasó la noche en la que te fuiste? — Preguntó volviendo a beber de su taza.

El castaño dejó que sus recuerdos llegarán a su mente, miro a su jefe, su expresión estaba completamente rota, suspiró y comenzó a narrar lo que le habían solicitado...

Medía hora después salió de la oficina y fue directo a su escritorio en silencio y comenzó a trabajar... Extremadamente raro en él si se lo preguntan a las personas que se encuentran en el mismo lugar...
Atsushi fue quien se acercó a su mentor.

— Dazai-san... ¿Se encuentra bien? — habló el chico en voz baja solo audible para el castaño, este último levantó la vista, le regaló una sonrisa alegre y respondió.

— Claro Atsushi-kun~ ¿Es tan extraño verme trabajar? — dijo sin perder su sonrisa.

— U-un poco Dazai-san. — el castaño se le quedó viendo un momento y luego soltó una risita.

— Me ofendes Atsushi-kun~ que no lo haga seguido no significa que no trabaje. — colocó una de sus manos en el cabello albino y lo revolvió. — ¿Qué te parece si después de salir de aquí me acompañas a un lugar?

— ¿Habla enserio Dazai-san? — Sus ojos brillantes de emoción no se podían ocultar.

— Por supuesto Atsu- no pudo terminar de hablar por culpa de un cuaderno volador que paró en su frente.

— ¡Ninguno de los dos se irá si no terminan sus respectivos trabajos! — la voz de Kunikida hizo eco en el lugar.

Atsushi regreso a su escritorio a terminar lo que estaba haciendo dejando a Dazai tirado.

— No tienes que ser tan violento Kunikida-kun. — dijo levantándose del bello suelo.

— Solo termina el trabajo en silencio Dazai. — acomodó sus lentes y volvió a su trabajo.

...

— Eso es... ¡Genial! — Chuuya estaba completamente feliz por la noticia que su subordinada le había dado haze un par de minutos.

— ¡¿Verdad?! Realmente estoy muy feliz. — al igual que su superior ella tenía una gran sonrisa en su rostro.

— ¿Por qué estás feliz? — el azabache entró a la habitación con una ceja alzada por lo que había logrado escuchar.

— ¿Por qué no podría estar feliz? — devolvió sin que su sonrisa se perdiera.

— ¿No vas a decirme? — miró a su hermana, ella solo sonrió aún más, al saber que no le diría posó su mirada al pelirrojo.

— Vaya, pero que tarde. — desvió su mirada a su reloj ignorando al azabache. — Ve a descansar Akutagawa, yo me quedaré con Gin. — sonrió inocentemente.

— ¿Por qué nadie me dice nada? — suspiró rendido y se dió la vuelta, antes de irse volvió a verlos. — Espero que no me estén ocultando nada de lo que deba estar enterado. — finalizó para irse de una vez.

— Estoy sintiendo remordimiento. — la chica fue quien habló.

— Yo igual. — ambos se miraron unos minutos antes de soltar a carcajadas.

— Mi hermanito debe de estar pensando muchas cosas en estos momentos. — no podía dejar de reír.

— Bueno, si le decimos no sabemos cuál será su reacción. — habló el pelirrojo secándose las lágrimas de tanto reír.

En ese momento ingreso a la habitación el doctor. — Buena noche, disculpen la interrupción, pero la señorita Akutagawa necesita descansar.

— Oh, por supuesto. — Chuuya se levantó de la silla permitiendo que el doctor le aplicará unos antibióticos a Gin para que luego se retirará de la habitación.

— Chuuya-san, no debe quedarse, estaré bien. — habló con una sonrisa.

— Le dije a Akutagawa que me quedaría contigo y así lo haré. — devolvió la sonrisa y volvió a sentarse en la silla.

— Gracias, gracias por estar con nosotros apoyando nos siempre. — fue lo último que dijo y se quedó dormida.

Sonrió, se acercó a ella, posó su mano en su cabello y lo acarició. — No dejaré que nada les pase.

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Hay un capítulo más.

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