[Capítulo 20]

7 2 5
                                    

Luego de los extraños sucesos en relación a Bailán, decidí que estaba demasiado inquieto como para permitir que mis propios pensamientos me acorralaran, por lo que acabé en la sala de entrenamiento con la que ya me había medio familiarizado a estas alturas. Me parecía un lugar triste y abandonado, y eso sin mencionar lo aburrido que me sentía ahí dentro, como si mi cerebro se dispusiera a lo peor. 

No estaba seguro de si era conveniente practicar hechizos luego del derrumbe físico y emocional que había tenido gracias a la competencia; así que, en lugar de intentarlo o ver si era capaz de desafiar las leyes de la naturaleza, me senté sobre el suelo y apoyé mis rodillas contra el pecho. Tenía mi báculo a un lado y miraba hacia la nada. 

Entonces alguien llamó a la puerta y, sin esperarse a una respuesta, la abrió. Me alivié al ver que esta vez sí era Caleb el que estaba bajo el umbral. Él me miró en silencio por unos momentos, como tratando de entender qué era lo que se suponía que yo estaba haciendo. Al final se encogió de hombros y caminó hacia mí. 

—Sospeché que ibas a estar aquí cuando no te encontré en tu habitación —dijo con gesto ambiguo, y acabó por imitar mi postura y dejarse caer a mi lado. Lucía cansado y como si no hubiera dormido en todo el día. De pronto me preocupó que aquello pudiera ser cierto y fruncí las cejas—. ¿Quieres entrenar más hechizos?

Sacudí la cabeza y cerré los ojos por unos momentos; cuando volví a abrirlos, me encontré con la mirada atenta e inquisitiva de Caleb. 

—¿Debería seguir entrenando? —cuestioné a cambio con tono de duda—. La verdad es que me siento una mierda y no creo que pueda conjurar nada...

—No me sorprende. Realmente hiciste demasiado por hoy —murmuró Caleb, encogiéndose de hombros—. Entonces solo descansa. Tienes una extraña suerte de nacimiento, así que seguro de irá bien mañana sin que tengas que esforzarte. 

Sonreí un poco.

—Es verdad —coincidí—, tengo tanta suerte que la primera vez que usé magia fue cuando una bola mágica me hizo transportarme a otro mundo... soy muy suertudo. Por cierto —carraspeé con la garganta y apreté los labios—, hoy Bailán se portó algo raro conmigo. Realmente no sé que hacer con eso. 

—¿Hum? ¿Por qué lo dices? 

—Pues... me pidió que me quedara. 

Caleb arrugó la frente y me miró sin entender. 

—Sé más preciso —musitó—, ¿cómo que quedarte? 

—Aquí en la ciudad, me dio a entender que con él, aunque eso en realidad no me quedó del todo claro. 

Una sonrisa incrédula subió a los labios de Caleb. 

—Eso es estúpido —soltó—, no puedes quedarte con él. Tenemos que volver juntos. 

Hundí los hombros al escucharlo. No pude evitar sentirme un poco ofuscado y molesto, y ni siquiera yo sabía por qué. 

—Podría abrirte el portal, no necesariamente necesitas que vaya contigo —aquello en realidad salió como un pensamiento en voz alta al que no pretendía darle mayor importancia. 

Pero Caleb no opinaba lo mismo.

—¿Qué? ¿Acaso quieres quedarte? —bufó, y me miró como si de pronto me hubiese vuelto loco—. ¡Eso es estúpido! ¡Tienes que regresar...! Quiero decir, ¿por qué querrías quedarte?

—¿Y por qué querría volver?

De nuevo, estaba pensando en voz alta. Sin embargo, entre más lo analizaba, más extraño y exaltado me ponía. No sabía por qué me enfadaba tanto que Caleb hubiera dado por hecho que yo tenía que irme con él... como si fuera una especie de obligación o algo así. O quizá lo que me molestaba era saber que en realidad Caleb no quería que me quedara porque era algo que no estaba destinado a ser, y no tanto porque no lo quisiera. No porque le importara mi ausencia, y no porque quisiera que fuera con él. 

Good As It Gets © [EN PROCESO]Where stories live. Discover now