[Capítulo 7]

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Miré a Caleb, entre atontado y confundido, parpadeando varias veces y abriendo y cerrando la boca, como un pez boqueando fuera del agua.

Sin embargo, Caleb no me dio tiempo a procesarlo antes de tomarme de la muñeca y sacarme de la casa a la fuerza. Sopesé la idea de resistirme, pero comprendí rápidamente que quizá no era la mejor de mis ideas, así que le dejé guiarme. Abrimos la puerta de la casa de Roler y salimos, todo de forma furtiva y silenciosa... Me pregunté qué pensarían Roler y Darl una vez que vieran que nos habíamos ido.

No pude sentir culpa; mi mente estaba más concentrada en no perderle el paso a Caleb.

Afuera de la casa había un largo sendero de tierra que culminaba en una alta valla de madera. Estaba entreabierta y, sin pensarlo demasiado, la abrimos y salimos al otro lado; allá vi que la casa de Roler yacía sobre una colina, con vista hacia toda la villa que se extendía ahora ante nuestros pies.

Con lo ocurrido antes y lo que veía justo en este momento, no pude evitar sentirme como un dios.

Entonces escuché un portazo a nuestras espaldas.

—¡Sam, no te vayas! —Era Darl quien gritaba; se oía desesperada—, ¡podemos ayudarte con tu magia!

Caleb frunció las cejas. Y luego corrimos.

No tuve claro por cuánto tiempo estuvimos haciéndolo, y tampoco si realmente fue necesario. Tipo... estábamos siendo seguidos por dos ancianos, ¿de verdad Caleb creía que podían alcanzarnos? Al poco rato de correr sin rumbo hacia nuestra izquierda, lo obligué a menguar la velocidad. Yo no podía correr más.

Respiré profundo y apoyé las manos en mis rodillas. Habíamos vuelto al bosque, solo que seguíamos en la colina y, por tanto, en la propiedad de Roler. Eso me inquietó, y miré a Caleb.

—¿En serio teníamos que hacer esto? —solté, todavía sin determinar si me sentía enojado o aliviado.

—¿Que no me escuchas? —gruñó Caleb, cruzando los brazos sobre el pecho y viéndome de mala gana—. De verdad que eres tonto... Nadie en este mundo ni en ninguno que conozca, es capaz de usar su magia del modo en que tú lo hiciste. Nada bueno iba a salir de que nos quedáramos con dos personas que claramente pasaron de verte como una persona a una mercancía.

Titubeé.

—Si así no se hace magia —empecé diciendo—, ¿entonces cómo se hace?

—Para empezar, necesitas un Catalizador... Una varita, un anillo, un collar; lo que sea que te ayude a canalizar tu magia en algo tangible. Y a menos que seas un mago con más de cien años que ha dedicado su vida entera a la magia, es difícil que alguien pueda hacer hechizos con solo pensarlo... ¡y tú lo hiciste y ni siquiera te diste cuenta!

Me quedé en silencio unos instantes.

—Ya veo —dije—, entonces aparte de ser un mago, soy un mago prodigio.

—¿Por qué siento que no te lo estás tomando en serio?

Me encogí de hombros.

—No lo sé... ¿Qué esperas que te responda? —inquirí. Caleb hizo una mueca—, ayer ni siquiera sabía que existían los magos. Siento que no puedo estar sorprendido porque no tengo un margen de referencia, ¿sabes? Para saber lo que es normal y lo que no es normal en este mundo.

—Ya te digo yo que levitar mesas sin esfuerzo no es normal —interrumpió Caleb con frialdad.

—¿Y quién dice que fue sin esfuerzo? ¡Se sintió muy raro!

Caleb puso los ojos en blanco.

—¿Tu padre es mago? —preguntó de golpe. Me reí.

—Si lo fuese, no habría perdido en una apuesta la hipoteca de nuestra casa...

Good As It Gets © [EN PROCESO]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin