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— ¿Qué quieres qué? — Preguntó en vano Gustav al escuchar el grandioso discurso de su amigo.

— Mierda, Tom. Necesitas descansar. — Palmeó Georg su espalda en busca de reconfortarlo, dejando en blanco a su rubio amigo esperando una respuesta.

— ¡No puedo hacerlo, necesito trabajar! — Chilló emocionado tal niño chiquito, corriendo de un lado a otro con un café en mano, unos planos en un brazo, aparatos en otra mano y un millón de cosas más que le puedan llegar a servir.

— ¡Tom, por el amor de Dios! Tan sólo mírate. — Reprendió Gustav dándole un alto al joven, tirando su taza de cafe. — Estás hecho un desastre, ¿desde cuando no duermes, eh? llevas días sin ir a la universidad, sin darte una ducha y sin salir de tu maldita casa. — Estuvo a nada de contestar el único Kaulitz de la solitaria y vacía casa, pero el mayor fue más rápido. — Si quieres realmente tener de regreso a Bill necesitas estar bien, hombre. —

— Gus tiene razón. — Tom volteo a verle, indiferente y molesto. — Si en serio quieres hacer ese proyecto necesitas estar sano, sino, morirás antes de que te des cuenta. — Lo señaló en regaño. — Y necesitas asistir a clases, si quieres desarrollar un proyecto para tener a tu hermano de vuelta tendrás que volverte un programador profesional, ¿si comprendes, verdad? —

El menor se sintió como un cachorro reprendido, desanimándose al instante.

— Necesitas descansar, Tom. Con tiempo y calma lograras lo que te propongas. — Le abrazó por los brazos su amigo de lentes mientras que Georg se acercó a ellos y comenzó a sobar su espalda.

— Entendemos que lo extrañas, nosotros también. — Argumentó el de cabellera recién cortada. — Pero no dejes que eso te carcoma, ¿entiendes? La verdad no apruebo lo que quieres hacer, pero si eso te va ayudar a sentirte mejor esta bien, te apoyare con lo que pueda. — Sonrió y Tom le regresó el gesto, triste pero sincero.

— Bien, ahora vete a dar un daño y a la cama mugriento que apestas para vomitar. — Lo empujó Gustav a dentro de la casa, entre risas, jugueteando por el estudio del menor fueron caminando hasta la puerta de la cocina quedando callados al ver el interior de la casa.

— Mierda. — Habló el mayor de todos al entrar justo detrás de sus amigos. — ¿Gustav estas seguro que no estamos hablando con el fantasma de un Tom suicidado? — Preguntó casi traumado al encontrar el desastre.

— Hey, no es para tanto.. — Se defendió Tom sintiéndose avergonzado del asco de vida que ahora tenía.

— Oh. Tom. Si es para tanto. — Contestó Gustav mirando su al rededor y observar que había una montaña de ropa
sucia acumulada en pleno comedor, el cual tenía sobras de comida podrida que ni siquiera fue tocada junto con un montón de botellas acumuladas en el suelo.

Tom quiso argumentar una vez más, pero ambos mayores le obligaron que se metiera a bañar y que luego se metiera a la cama para acabar con esas asquerosas ojeras moradas y esa palidez en la cara mientras que ellos se encargarían de sacar bolsas de basura sin fin.

Era hora de que Tom saliera de la miseria.

[...]

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