⟡ Computación .ᐟ twc

01

— Buenas tardes, Sr. Kaulitz. ¿Cómo se encuentra? — Llegó a sentarse un hombre con aspecto de doctor, sentándose en frente mío, demostrando una rebosante sonrisa.

Hijo de puta.

— ¿Cómo quiere que me encuentre? — Respondí sin pensar, sarcástico, realmente no valía la pena rebuscar entre palabras y responder a una estupidez de pregunta como esa sabiendo la obvia respuesta, mal.

— Tom, estás en terapia, así que espero que te encuentres bien y si no, espero que pronto te encuentres bien. — Contestó, rabia inundó mi mente. Odio a este maldito idiota.

— ¿Bien? Claro, como si mi hermano gemelo nunca hubiera muerto. — Contesté cortante y en seco, otra vez sarcástico con una sonrisa cínica entre labios.

El hombre suspiró, me pasó una libreta junto unos crayones.

— ¿Esta porquería qué? — Lo ví entre mis manos, confundido y con una cara de culo.

— Expresa lo que sientes en esa libreta, intenta dibujar. Es importante aprender a desahogarte sanamente de emociones que son incontables. Pronto aprenderás a canalizarlas y— interrumpí.

— No quiero dibujar. — Solté lo que el intento de psicólogo me regaló al suelo, sonando un eco estruendoso en la habitación blanca y asquerosa, el cuál era un consultorio cualquiera de un hospital de gobierno.

Quedó callado, yo también. Nos vimos por un largo tiempo, suspiró una vez más. Que hombre tan paciente, pensé.

— Se que estás molesto, Tom. La muerte de tu hermano es una marca dolorosa, es comprensible. — Lo miré, observando cada movimiento de su rostro.
— Pero no puedes vivir así toda tu vida, Tom, ya ha pasado más de un año del accidente. — Sentí mis puños llenarse de bronca, apretándolos mientras descansaban en mi reboso. Mi rostro se le fue el calor y ahora estaba hecho una furia. — Tienes que soltarlo, dejarlo ir. — Siguió hablando, mi sentir iba incrementando, intentado controlarlo bajé la mirada. a mis pies. Concentrando mi mente en otra cosa que no fuesen los sucesos. — Bill esta muerto, y no existe la tecnología suficiente para traerlo de vuelta a tu gusto. -

Me levanté de mi lugar, asustando al señor, al maldito que se cree un terapeuta y no era más que un incompetente, le miré con todo el odio que repudiaba mi alma, respiré ondo, suspiré.

Abandoné esa habitación a un azote de puerta, sintiendo mi mente tener la idea más brillante del mundo.
Maldito imbecil, no era tan incompetente como creía.

Una sonrisa se apoderó de mi rostro dejando atrás todos los pesares, lamentos y desgarres que me dejó su falta de presencia.

Dejando atrás lo imposible.

Bill estaría una vez más a mi lado.

[...]