𝙎𝙞𝙥𝙣𝙤𝙨𝙞𝙨
★Ha hecho algunas cosas realmente tontas a lo largo de los años, robar a hombres peligrosos para alimentarse, luego unirse a la mafia de dichos hombres peligrosos y luego quedarse en la mafia sabiendo que las alas escondidas debajo...
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Quackity es un idiota.
Se necesitan muchas agallas para admitirlo ante sí mismo.
Porque sólo un idiota se pondría en esta clase de situación. Escondido en un apartamento ruinoso en el distrito bajo, mirando a través de las cortinas cada dos segundos por si cierto híbrido piglin venia a arrancar su puerta de las bisagras.
Se lo buscó él mismo, no hay excusa. Al menos puede admitirlo, aunque le duele casi tanto como admitir que era un idiota.
Ha hecho algunas cosas realmente tontas a lo largo de los años, robar a hombres peligrosos para alimentarse, luego unirse a la mafia de dichos hombres peligrosos y luego quedarse en la mafia sabiendo que las alas escondidas debajo de su camisa serían su muerte si alguna vez fue descubierto. ¡Sí! Ha hecho muchas cosas tontas a lo largo de sus miserables 18 años de existencia, pero le gusta pensar que todo fue para sobrevivir. Era un huérfano callejero sucio empeñado en vivir, no tenía muchas opciones en ese entonces. ¡Pero esto! ¿Hacer del sindicato un enemigo? ¡Nada se compara !
Suelta la andrajosa tela verde que llama cortina después de comprobar, por milesima vez ese dia si hay alguna persona extraña esperando afuera..
La cortina combina con el resto de su apartamento, con sus paredes agrietadas, el moho sospechoso que se extiende en el techo debido a la humedad atrapada en el interior y sus muebles desparejados, recogidos de diferentes contenedores de basura en toda la ciudad. Su enfermizo sofá verde con sus dos resortes salientes que ha aprendido a evitar con los ojos cerrados se encuentra en el medio de su habitación, rodando en su no-tan-cómoda cama
Las mantas tiradas colocadas en círculo para que parezca un nido.-
Es algo patético para un hombre igualmente patético.
Y sin embargo...
Es lo único de lo que está orgulloso
En todos sus años de vida, nunca ha sido dueño de nada. Ni siquiera su propia vida, pero esto, esta pequeña habitación miserable es toda suya. Es dueño de cada chapa desconchada, de cada bisagra de puerta que chirría y de cada ventana agrietada sujeta con cinta aislante. Incluso los roedores que vagan por su apartamento por la noche son suyos, y por eso se niega a ponerles veneno.
Por eso no lo abandonó cuando "The Blade" lo descubrió una tarde de pereza cuando volvía de su turno de noche en la vieja gasolinera.
¡No deberían haberle visto, maldita sea! Llevaba un atuendo básico bajo el fiel abrigo que había conseguido en uno de sus pocos días de suerte. Su color marrón se había desteñido hasta adquirir un tono amarillento, pero hacía maravillas contra el gélido aire nocturno cuando lo combinaba con su viejo gorro azul marino.
