𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑐𝑢𝑎𝑡𝑟𝑜: 𝐽𝑎𝑚𝑒𝑠

62 15 20
                                    

𝘘𝘶𝘪𝘯𝘤𝘦 años 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴

La vi pasar antes de que ella siquiera me notara.

Así funcionaba nuestra dinámica; ella bajando los escalones del pórtico de su casa, con su cabello decorado con millones de cositas de diferentes colores, ella tomando su bicicleta azul con brillos en los manubrios, ella pedaleando hasta el colegio con sus zapatillas con margaritas dibujadas. Y yo, observándola. Siempre por detrás, nunca a su lado.

Nunca hablábamos, aunque viviéramos uno al lado del otro y fuéramos al mismo grado y compartiéramos las mismas clases. Éramos muy diferentes como para llevarnos bien y siempre estaba acompañada de alguien, los únicos minutos que la veía pasar sola eran estos.

Subo a mi bici recién cuando ella desaparece por la curva. Pedaleo despacio, así no llegamos juntos, los demás niños se reirían de mí por llegar junto a una niñita y no tengo ganas de eso. Paso la curva en la que desapareció y freno la bici de golpe, un ruido horrible sale de las ruedas y por un segundo me quedo atontado. Porque ella está sobre el suelo, levantando un montón de hojas desparramadas por el lugar, su bicicleta azul está tirada a un costado con una goma hecha trizas.

Me bajo de la bici y la dejo apoyada sobre un árbol. Camino hacia ella, y mis piernas tiemblan, aunque no entiendo por qué. Es solo una niña, es Elizabeth, la vecina que llora cuando su gato se escapa y corre con todas sus amiguitas por el barrio haciendo demasiado ruido.

No me tendría que dar miedo hablar con una niña.

Me aclaro la garganta cuando llego junto a ella. Levanta la mirada, tiene el ceño fruncido y una raspadura en la frente. No está llorando, eso me sorprende. ¿Las niñas no lloraban por todo?

Me agacho a su altura y le paso su mochila y un par de lapiceras de colores que hay desparramadas.

—¿Estás bien? —pregunto, todavía tendiéndole las cosas.

—Gracias— suena enojada. Toma las cosas que le paso y las mete rápidamente en la mochila junto a un par de hojas.

—¿Qué le paso a tu bici?

Me mira como si fuera tonto y después mira su bici. Rueda los ojos verdes y me ignora de nuevo mirando hacia abajo.

—Soy James—pruebo otra vez, sigo agachado justo a su altura.

Levanta la cabeza y lanza otra de esas miradas. Me encojo un poco, mis amigos se reirán de mí si me vieran.

—Ya sé quién eres, tontito—responde, no me gusta que me llame así y ahora yo estoy frunciendo el ceño—, somos vecinos.

—No soy ningún tonto, yo no tengo la bici pinchada—cruzo mis brazos y me levanto para irme.

Niñas, uno se acerca a ayudarlo y empiezan a molestarte.

Me alejo un par de pasos, pero una manita me frena, salto para atrás como un gato. Ella, ahora, me ve como si realmente fuera un tonto, rueda los ojos de nuevo y suelta un pequeño suspiro. Está pateando una piedrecita con sus zapatillas de margaritas y pasa la mirada de su bici a mi bici.

—Perdón—refunfuña mirando hacia abajo, vuelve a patear otra piedra—, ¿puedes llevarme al colegio?

Ni en sueños.

No voy a ayudar a una niña que piensa que soy un tonto y que hará que todos rían de mí.

—Claro—es lo que contesto en su lugar— Te llamas Elizabeth, ¿no?

—Betty—me tiende una mano que se encuentra tan raspada como su rostro.

Junto mi mano con la suya y Betty me sonríe, le faltan los dos dientes de adelante. Eso me causa risa y por primera vez en mucho tiempo no la contengo. 

𝘛𝘩𝘦 𝑡𝑟𝑎𝑔𝑖𝑐 𝘭𝘰𝘷𝘦 𝘴𝘵𝘰𝘳𝘺 𝘰𝘧 𝘉𝘦𝘵𝘵𝘺Where stories live. Discover now