21. Paga la deuda

46 6 10
                                    

【Ian】

【Antes de la separación】

Algo lleva rato molestándome mientras caminamos entre las calles, como si quisiera jugar conmigo para llevarse a Glass. Sabe, que yo sé, que él está persiguiéndonos con mucho cuidado aunque su olor esté escondido; pero... ¿quién es? ¿Por qué lo hace? ¿Qué quiere exactamente conseguir con esto? No se acerca porque sabe que soy más fuerte, aunque quizás no tan rápido.

Tiene que pasar un rato cuando sé que el descaro es mayor, porque justo veo algo escondiéndose en la ventana de una casa. Así que le digo a Glass que me espere pero, como siempre me veo venir, se pone un poco tonto y simplemente le respondo con un tono amable. No es necesario combatir su impertinencia con más impertinencia. A veces un buen trato, aunque te haga quedar como tonto, es mucho más efectivo a la larga y te lo ahorras en salud mental.

Dejado al Omega, avanzo entre las calles hasta el edificio donde está el perseguidor.

—Por favor, baja y hablemos como personas civilizadas —le digo en un tono cáustico.

No obtengo respuesta, de hecho no escucho nada, pero el olor de esa persona sigue un poco más fuerte.

Aguardo un poco más, sin apartar la mirada de donde debería de haber una ventana en el pasado, o al menos una persiana. Ahora no hay nada. Es un agujero sucio, con marcas más o menos redondeadas, mostrando un techo como si algo se hubiera quemado dentro en el pasado. Es una lástima que este pueblo haya terminado así, porque en el pasado fue encantador pese a ser ruidoso. La gente era muy amable. Me daban croquetas cuando ayudaba en la limpieza, aunque algunos me confundían con un aprendiz de herrero.

Como aquella persona no responde, decido entrar por la puerta haciendo el menor ruido posible. Encontrarme con un recibidor destrozado, sucio y con todo desperdigado por ahí es triste de observar. Los muebles están quemados, o al menos los que están enteros —en cierta medida—, y los demás rotos o descuajeringados como si le arrancaras algunas partes a una muñeca. Grafitis, nombres extraños, símbolos feos... visualmente hablando es terrible, y el olor es peor. A veces tener una nariz muy sensible es una maldición. Huelo tantas cosas que, desde luego, la palabra más concreta para todo aquello es una: Insalubre.

Atravieso el recibidor mirando en todas las direcciones, alerta, y cuando llego al destartalado salón aprecio que aquí aún vive gente. El sofá-cama, aunque roto, tiene sábanas que desentonan de alrededor. Tres hombres duermen ahí, dos de ellos lobos, Betas. Quizás son una trieja de esas que una vez escuché, o a lo mejor están obligando a un Omega a que se acueste con ambos. Raro que se comparta un Omega, pero no imposible.

Paso un poco más de largo, ingresando por el único pasillo que deja a la vista tres habitaciones —un baño, una cocina y lo que parece una habitación— y la escalera. Subo la escalera con cuidado, aunque mis pisadas son pesadas y por desgracia la madera chilla y cruje aunque eso me haga sentir tenso todo el rato. Al asomar la cabeza en cuanto llego a una parte de la zona superior, me doy cuenta que aquí arriba literalmente no hay habitaciones. De alguna manera han echado abajo a todas las habitaciones, y lo único que veo son cortinas separadas en distintos colores, sumada a una luz en lo alto que está prendida para iluminar lo que sería un intento de "segundo recibidor" o "recibidos superior".

Corre...

La voz en mi cabeza hace que mi piel se erice de inmediato. Correr era algo en lo que, aunque suene irónico, yo era bastante bueno pese a que mi fuerza era hercúlea y mis sentidos se apreciaban muy desarrollados. Yo era el cuarto tipo que más corría de todo Galliant, e incluso en el pasado hicimos una carrera con todos los vecinos para intentar superar un récord importantísimo.

𝕰𝚕 𝓢𝚎𝚗𝚝𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘Where stories live. Discover now