6. No puedes esconderte eternamente

53 10 6
                                    

【Ian】

Mucho tiempo atrás.

Dentro de la mina, no tengo idea de cuánto tiempo permanezco en un estado de inconsciencia, pero lo que sí sé es el tiempo suficiente para percibir que algo terrible ha ocurrido entre estas paredes rocosas y sucias. Mi cuerpo entero me duele como si hubiera sido atropellado por un tren, y cada parpadeo o movimiento de mis dedos dispara relámpagos de dolor en todas direcciones a lo largo de mi cuerpo. Es una sensación terrible. A pesar de que mi piel arde y está manchada de un perturbador color carmesí, nada se compara con las sensaciones que se extienden por mi interior y llenan mi boca de un sabor amargo.

Van está ahí, apoyado en la pared, con una expresión horrible en su rostro que apenas logro reconocer. Pero lo peor es ver su torso abierto de par en par, como un armario de doble puerta. La visión es grotesca y me revuelve el estómago, amenazando con hacerme vomitar lo poco que queda en mi interior.

¿Van? —mi voz suena ronca y agotada, y pronunciar su nombre duele físicamente, además del asco que siento por lo que veo.

Él no se mueve, ni siquiera parpadea. Desde donde estoy, solo puedo concluir que este hombre está muerto, y que su muerte ha sido brutal y salvaje. La vista es tan espantosa que me hace sentir como si un perro gigante hubiera excavado en su pecho y hubiera abierto sus costillas de par en par, rompiendo algunas en el proceso.

Sigo mirándolo, jadeando y sintiéndome entumecido. Mientras observo a Van en ese estado espantoso, me abruman las preguntas sobre cómo llegamos a esta situación, por qué ha ocurrido esto y cuánto tiempo ha pasado desde que abandoné el prostíbulo sin intención de volver jamás. Pero en este momento, todas esas preguntas parecen carecer de sentido, ya que nada cambia ante mis ojos. Las emociones se agolpan en mi cuerpo y mente, pero no logran alterar la terrible realidad.

Es un hecho innegable que Van está muerto.

Trago saliva, experimentando un desagradable sabor metálico al hacerlo, seguido de un escalofrío que recorre mi espalda de arriba abajo. Poco a poco, un sentimiento opresivo comienza a surgir desde mis pies hasta apretar mi estómago, como si intentara provocar una arcada.

Sin embargo, no logro vomitar nada. Ni siquiera las lágrimas brotan de mis ojos, a pesar de esa incómoda sensación de ser observado desde algún lugar dentro de la mina. Es una percepción extraña e inquietante, como si algo, después de esta pelea y lo que acaba de ocurrir mientras estaba inconsciente, me estuviera vigilando sin remordimientos. No se parece a la psicopatía, sino más bien a un instinto animal y salvaje. Es similar a lo que sentiría un lobo cuando atrapa a su presa y la mata: no hay culpa, solo una sensación de que se ha cumplido un ciclo.

Es aterrador pensar en lo efímera que puede ser la vida de una persona y lo insignificante que puede llegar a ser en ciertos momentos.

Apenas pasa un minuto cuando mi parte más lógica insiste en la realidad de lo que ha ocurrido: He matado a alguien de alguna manera, y ahora me enfrento a la dura verdad de ser un asesino, a pesar de haber pasado la vida intentando evitar que las cosas llegaran a este extremo.

Mi cuerpo tiembla, sintiendo que en cualquier momento podría sacudirse violentamente, vomitar o incluso desmayarme. No estoy seguro de lo que vendrá a continuación, solo sé que necesito alejarme de este lugar. Me doy la vuelta para contemplar el cadáver, y mi mente me insta a huir.

Respiro profundamente, llenando mis pulmones con olores que desearía no volver a experimentar jamás. Al exhalar, me acerco al cuerpo del hombre.

Lo siento... —susurro, apenas audible, mientras tomo su cartera con mi dinero y el suyo. No puedo permitir que nadie lo identifique y me señale como su asesino. Además, Thet me advirtió que a los muertos no les importa el dinero—. Ojalá pudiera darte un entierro apropiado, pero no puedo...

𝕰𝚕 𝓢𝚎𝚗𝚝𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘Where stories live. Discover now