Tai atinó a asentir con una sonrisa, terminando de quitarse el segundo audífono.

—A veces dibujo —Tai se encogió de hombros.

—Necesito ver esos dibujos algún día —resopló Alek divertido, pero no insistió más, señalando el libro con la barbilla—. ¿Qué es lo que lees ahora?

—Sherlock Holmes —Tai cerró el libro para que Alek viera la portada.

—¿Y tú separador? —Alek tomó una de las páginas entre sus dedos, la misma que había doblado la noche anterior antes de quedarse dormida.

—Lo perdí —Tai se mordió un labio, recordando cómo se había levantado por la mañana, buscando el separador entre sus sábanas sin éxito alguno—. Tengo que pasar a comprar uno en la librería después.

Alek se quedó callado después de eso, aun jugando con la esquina doblada de la hoja, por lo que Tai volvió a dirigir sus ojos hacia el texto escrito en el libro.

No iba a mentir, el hecho de que Alek estuviera sentado tan cerca de ella hacía que su atención estuviera por todas partes. Por lo que al intentar leer la misma oración tres veces sin registrar su significado, Tai se dio cuenta de que iba a tener que fingir que seguía leyendo.

—Tai...

Alzó la mirada hacia Alek, bastante nervioso antes de mirarla a los ojos.

Nunca fue un secreto que cuando Alek comenzó a llamarla por su nombre, todo en su interior terminaba convirtiéndose en gelatina, haciéndola sentir completamente mal de pies a cabeza de la mejor manera posible.

Pero el hecho de llamarla por la versión corta de su nombre era algo que convertía esa gelatina en magma, quemándola por todo el interior.

Tai se removió en su lugar cuando Alek suspiró y algo cohibido, se rascó la cabeza.

—Tengo que preguntarlo porque lo último que quiero es hacer que te sientas incómoda —definitivamente, ver a Alek con un leve sonrojo en sus mejillas era algo que la hacía sentir con electricidad en la yema de los dedos—, pero quería saber si en un caso hipotético yo fuera con Mia y le pidiera que hiciera algo para ti en la cafetería...

Oh. Olviden la electricidad y el magma. Todo eso fue inmediatamente sustituido por el sentimiento de ansiedad que le producía ser el centro de atención en un lugar concurrido. Tai pasó saliva con un nudo en la garganta, sintiendo la mirada de Alek sobre ella en un intento por descifrar la reacción que tendría ante la propuesta. Pero lo único que Tai escuchaba eran los latidos de su corazón en sus oídos. Se mordió los labios mientras veía sus manos temblar sobre sus piernas, intentando tranquilizarse.

—No tienes que decir que sí —la voz de Alek se escuchó suave por sobre los latidos de su corazón.

Pero aun así Tai no pudo sino mirar fijamente sus manos hacerse puños.

—Tai.

Otra vez su nombre, y la mencionada no pudo negarse a mirarlo a los ojos. Alek la miraba con una sonrisa ligera, tratando de tranquilizarla.

—Sé que no te gusta ser el centro de atención, por eso pregunto. Pero si existiera la posibilidad me gustaría hacerlo. Si no, no hay problema.

Alek extendió su mano sobre el escritorio, dejándola hacia arriba para que Tai pudiera tomarla. Tai inspiró hondo, cerrando los ojos en un intento por tranquilizarse.

Alek tenía razón, solo era una pregunta y la opción de decir que no siempre estuvo contemplada por él. Tai tenía que admitir que el hecho de que Alek se tomara la molestia de preguntar lo hacía ganar puntos, pero si el hecho de pensar estar en esa situación como lo estaba él al menos tres veces a la semana la hacía sentir incómoda, no quería imaginarse estar rodeada por el equipo de canto mientras el resto de la escuela la miraba.

La Historia Entre Los Dos (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora