En casa

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Entraron en la casa bajo un silencio absoluto y solemne que se rompió cuando la puerta estuvo cerrada. La mano de Theodore Sullivan impactó contra la mejilla ya magullada de Kate y un grito ahogado salió de la garganta de su esposa, Amelie.

-Ayuda a tu madre a hacer la cena.

El señor Sullivan no dijo nada más. Se marchó a su despacho y se encerró allí con llave mientras las dos mujeres de la casa guisaban en silencio. Amelie tuvo que secarse un par de veces las lágrimas antes de que se precipitaran por sus mejillas hacia el vacío. Kate simplemente tenía la mirada perdida y se movía de forma mecánica. La cena comenzó de igual manera: en silencio, con movimientos que parecían programados.

Varias veces Amelie abrió la boca para intentar decir algo, para que aquel silencio abrumador e incómodo acabase, pero no conseguía sacar ni una sola palabra de su garganta. Sabía que aquello podía ser peor. Podía acabar con un marido golpeándola a ella o peor, golpeando nuevamente a su hija. Acabaron de cenar y la mujer sacó a la mesa una bandeja con una tetera y una taza. Le sirvió a su marido el té y le hizo una señal a su hija para que fuese a la cocina con ella a limpiar todo. A los pocos minutos se escuchó la silla de Theodore arañar el suelo y sus pies subir las escaleras, seguido de un portazo.

- Dormirá hasta bien tarde -murmuró Amelie a la vez que se quitaba el delantal-. Deberías descansar, Katherine.

- ¿Qué le has hecho?

- Le he hecho un té especial para que duerma... mejor -respondió y se acercó a acariciar la mejilla hinchada de su hija mientras se aguantaba unas cuantas lágrimas en sus ojos-. Ve a tu habitación. Mañana solucionaremos esto.

- No se puede solucionar, mamá. No si seguimos aquí encerradas -le dijo Kate.

- Cariño, tu padre... Te quiere. Por eso hace lo que hace. Solo que... Es demasiado sobreprotector.

- ¡¿Sobreprotector?¡ -exclamó Kate con lágrimas cayendo por sus mejillas.

- No es tan sencillo, Kate... -Amelie agachó la cabeza y se giró para seguir haciendo sus quehaceres.

Kate subió las escaleras de dos en dos notando cómo le dolía todo el cuerpo y se encerró en su habitación. Se tiró en la cama y lloró. Lloró como posiblemente nunca lo había hecho. Lloró por estar viva y en aquella casa, hasta que no le quedaron lágrimas. Entonces, los ojos castaños de Ethan aparecieron en su cabeza. Aquellos ojos que la habían mirado con tanto dolor y preocupación hacía apenas unas horas. Pensó en cómo la había salvado y se había pasado horas en el hospital junto a ella, protegiéndola, esprando a que despertase, a que estuviera bien. Kate sonrió levemente, con los labios temblorosos. Se levantó con gran dificultad y fue hasta su escritorio, donde se encontraba una bolsa de plástico con algunas de sus pertenencias dentro ensangrentadas. Cogió su móvil y lo miró. Estaba apagado sin batería. Lo conectó y esperó impaciente a que se encendiera. Tenía dos llamadas perdidas de un número desconocido unos minutos antes de su intento de suicidio y varios mensajes del mismo número pero de hacía un par de horas. Los abrió. Eran de Ethan. ¿Cómo había conseguido su número? Posiblemente había sido cosa de Jim.

"Hola, Kate. Soy Ethan. Ethan Parker. Espero que estés bien. Este es mi número por si quieres... Cualquier cosa. Avísame cuando salgas del hospital. Espero poder verte mañana en clase."

Kate sonrió, esta vez de verdad. Espera... ¿Estaba alegrándose de estar viva? El pensamiento pasó fugaz por su mente. Aquel mensaje... Ethan se había preocupado de verdad y esperaba verla en el instituto. La sonrisa de Kate se ensanchó. No podía creérselo. ¿Y qué se supone que debía responder? Tardó casi una hora en darle al botón de enviar.

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