Murray's Bills

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Los tres chicos se reunieron en el salón de Jim, el cual iba vestido solo con el pantalón del pijama y llevaba unas notables ojeras bajo sus ojos. Ethan le preguntó a su amigo cómo estaba, tratando de no pensar en todo el asunto de Kate, aunque era difícil con ella delante estirada en el sofá del lujoso salón de Jim, con las piernas sobre el regazo de este y mirando a ambos chicos con cansancio. Jim no quería hablar del tema. No en ese momento. Más tarde se pasaría horas llorando y quejándose con Kate al lado con cara de fastidio, pero en ese mismo instante lo que más le interesaba era qué hacía allí Ethan y por qué había llegado con Kate. Le gustaba el chismorreo más que a nadie. 

- ¿Qué tal la fiesta? -preguntó Jim sin responder a Ethan- ¿Y cómo es que habéis venido juntos?

Jim obviamente sabía que Kate estaba loca por Ethan, pero también sabía que Ethan se había fijado en la chica. Era extraño. Entre ellos las conversaciones siempre se habían centrado en videojuegos, en que alguno del equipo quería pillar alguna droga para divertirse un rato y algún asunto de clase, pero nunca habían hablado sobre chicas. Jim siempre había pensado que Ethan estaba demasiado ocupado con el deporte como para preocuparse por las mujeres, aunque le había visto sonreírle a alguna en alguna fiesta e incluso besarse con un par de animadoras, pero nada más. En cambio todo el instituto pensaba que era el chico con más éxito, un ligón por excelencia. 

-Estaba intentando entrar para irme a dormir y tu amigo apareció -contestó Kate acomodándose y echando la cabeza hacia atrás para apoyarla en el reposabrazos.

-Venía a ver cómo te encontrabas -se encogió de hombros Ethan mirando a Jim.

-Ya, bueno -dijo Jim levantándose del sofá y estirando su cuerpo, el cual tenía algo entumecido por el cansancio-. Seguro que tenéis una historia mejor que esa para contarme. ¿Necesitáis tiempo para pensarlo y poneros de acuerdo? ¿Os dejo solos?

- Jim, no digas chorradas -respondió Kate incorporándose en el sofá.

- Yo... Creo que debería irme -dijo Ethan por lo bajo, haciendo ademán de levantarse, pero el otro chico le puso una mano en el hombro indicándole que no lo hiciera.

- No. Quédate un rato, ya que has venido. Creo que vosotros dos necesitáis hablar -sonrió Jim, llevándose una mirada de advertencia de Kate-. En el baño hay condones, por si los necesitáis.

- ¡Jim!-le llamó la atención Kate.

- ¡Buenas noches! ¡No hagáis mucho ruido! -el chico se marchó escaleras arriba, dejando a sus dos amigos en silencio en el salón.

Kate maldijo a Jim por lo bajo y se puso a mirarse las manos tratando de encontrar algo interesante que la distrajera de la mirada de Ethan. No sabía por qué seguía allí. Podía coger e irse a la cama sin darle ninguna explicación. Al fin y al cabo, él era quien no estaba en su casa... De acuerdo, técnicamente ella tampoco estaba en su casa, pero se sentía como tal. Ethan no dejaba de repasar a la chica con la mirada. ¿En qué momento alguien pensaría que a él le iba a interesar alguien como ella? Todos lo imaginaban con una de las animadoras: una chica alta y estirada de cabellos rubios y ojos azules, con los labios pintados de rosado y el traje azul y amarillo con el logo del instituto ajustado al cuerpo mientras hablaba y reía por banalidades. A él no le gustaba nada aquello. A él lo que le gustaba era el aspecto misterioso de la chica que tenía delante, que notaba incómoda y tímida cuando vestía sus jerséis de cuello, y veía descarada y malhumorada cuando el color negro sacaba a relucir (literalmente) su blanca piel. Debía estar loco, o eso pensaba, pero le gustaban sus ojos verdes llenos de tristeza y sus labios normalmente magullados, su pelo largo y decolorado por las puntas en un tono entre castaño y verde, sus contestaciones medio tímidas medio bordes, sus reflexiones internas en voz alta, sus camisetas de grupos...

52 WaysWhere stories live. Discover now