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Disclaimer: Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.

Advertencias: Omegaverse, Mpreg, lactancia masculina, yaoi, angst, Sasunaru, leve Gaanaru, menciones de guerra, dolor y sufrimiento, matrimonio sin infidelidades...

Dedicada a Norilucas, por siempre estarme oyendo parlotear sobre nuevas ideas de fics que no han visto la luz del día y por seguir animándome a escribir 😊

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Noches de lluvia, días de sol

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—Gaara... —murmuró su hermana en un tono que el pelirrojo no pudo descifrar.

—No tengo ganas de escuchar sermones, Temari.

La mujer suspiró y lo siguió de regreso a la cocina cuando este le dio la espalda para disponerse a recoger todos los platos de la mesa y dejarlos en el fregadero.

—No voy a sermonearte —le contestó ella, sus brillantes ojos verdes observándolo con suavidad. —Solo me preocupas. Es la primera vez que me doy cuenta de que estás interesado en alguien, y resulta que es un omega casado y con una niña.

Gaara no le respondió, sino que se limitó a abrir la llave, dejando que el agua fluyera, y comenzó a lavar los trastos sucios con mucho interés. Podía escuchar los pasos de Temari resonar en la cocina, sus tacones golpeando el piso de madera en lo que caminaba de un rincón a otro, como animal enjaulado.

Definitivamente no estaba esperando que Temari se diera cuenta de sus sentimientos. Tal vez eran más evidentes de lo que creía. ¿Sería posible que Naruto también los haya notado? Tal vez fuera muy amable para rechazarlo directamente y por eso no decía nada, para no herir sus sentimientos.

Temari no volvió a hablar y lo dejó tomarse su tiempo limpiando la cocina a placer, pero en cuanto todo estuvo lavado, seco y guardado, no le dio tregua ni lo dejó escapar.

—¿Entonces? ¿Qué piensas hacer? —le preguntó de brazos cruzados.

—Nada —le respondió su hermano, encogiéndose de hombros. —Su esposo regresará de la guerra y continuarán siendo una familia.

—¿Y si no?

Gaara entonces la miró. Sus ojos verdes refulgían y sus hermosas facciones estaban levemente desfiguradas por su ceño fruncido. Temari lo miraba seria y firme, pero también con afecto.

—¿Si su esposo no vuelve? —insistió ella. —Tú y yo bien sabemos que las posibilidades de...

—Temari, por favor —Gaara la detuvo. Claro que lo sabía. Lo sabía mejor que nadie en realidad. Lo había experimentado en carne propia, todos los estragos que el campo de batalla los obligaba a vivir. La mayoría no regresaba y, los que lo hacían, normalmente se convertían en una sombra de lo que solían ser.

—¿Qué harás si no vuelve? —Temari impidió que la ignorara y se volvió aún más insistente. —¿Intentarás ocupar su lugar? ¿Serías un padre para esa niña y un esposo para ese hombre?

Gaara apretó los labios, porque incluso si no lo dijera en voz alta, muy dentro de él había florecido esa añoranza. Quería que Naruto lo mirara a él de la misma forma en que observaba el retrato de su esposo en casa, quería verlo sonreír para él, compartir su tiempo con él... Quería... Quería tantas cosas, pero no creía ser lo suficientemente egoísta para hacer algo al respecto. No podría, ¿no? No mientras Naruto tuviera a su esposo tan presente siempre, no mientras existiera la posibilidad de que dicho esposo regresara, aunque dicha posibilidad fuera mínima. Gaara no quería volverse una persona horrible solo por su egoísmo.

—Oh, Gaara... —Temari se acercó y acarició su mejilla con cariño, su mirada llena de preocupación y algo más que no supo identificar. —No le deseo el mal a nadie, pero si esta fuera tu oportunidad de ser feliz...

—Temari, por favor...

Sabía que su hermana no pretendía nada malo con esas palabras, sino que ella solo deseaba que él encontrara su felicidad. Pero Gaara no se interpondría. Sería lo que Naruto necesitara que fuera, y si eso era solo un buen amigo y vecino, entonces tendría que conformarse con eso.


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Temari no volvió a tocar el tema de Naruto, y Gaara le agradecía internamente por ello.

Los días pasaron, y pronto se acercaba el día en que su hermana tendría que irse, por más que le hubiera insistido en que no hacía falta que regresara tan pronto. Ambos se encontraron pasando bastante tiempo en la casa de Naruto. Al parecer, al rubio le había caído bastante bien la beta, así que la había invitado a su casa en repetidas ocasiones. Gaara se les unía porque, bueno, era el niñero de relevo, aparentemente.

No le molestaba. Nozomi era una bebé muy agradable y tranquila, y ya estaba acostumbrada a su presencia, así que no era una molestia cuidarla un rato para que Temari y Naruto se distrajeran haciendo alguna otra cosa. Incluso, la rubia le ofreció al omega enseñarle un par de recetas nuevas, a lo que Naruto accedió encantado.

Así justo se encontraban una tarde nublada, la tormenta próxima a caer en cualquier momento, Naruto y Temari en la cocina experimentando una nueva receta, y Gaara con Nozomi en su regazo, mientras la niña balbuceaba cosas ininteligibles y agitaba su juguete favorito en el aire, cuando hubo unos toques en la puerta de la casa.

—¡Voy! —escuchó a Naruto gritar desde la cocina, sacudiéndose el harina de la ropa al dirigirse a la puerta para abrirla.

Ahí, del otro lado del marco, se encontraba una persona con la que Gaara ya estaba bastante familiarizado.

—Ah, abuelo. Buenas tardes —saludó Naruto con una sonrisa al anciano Sarutobi, el cartero de la zona. Este lo miraba con un rostro cansado y ojos llenos de compasión, pero por qué, Naruto no tenía idea. —Es extraño que venga directamente hasta la puerta. ¿Está todo bien? ¿Trae una nueva carta de Sasuke?

—No, una carta no. Un telegrama —le informó el hombre, sacando de su bolso el pequeño papel y ofreciéndoselo a Naruto. —Debía entregarlo cuanto antes, así que no podía esperar hasta mi ronda de mañana.

—Un... ¿Un telegrama? —repitió el omega, observando el papel como si fuera una trampa, reacio a tomarlo. Sin embargo, lo hizo, y con manos temblorosas desdobló el papel para ver su contenido.

—Lo siento mucho, muchacho —fue todo lo que el cartero pudo decir antes de inclinar la cabeza con respeto. Su mirada oscura se desvió al interior de la casa, donde Gaara y Temari se encontraban viendo todo, la segunda con la mano en la boca. —Se los encargo —les dijo a los presentes antes de marcharse.

—Oh, Naruto... —murmuró Temari, sin obtener ninguna respuesta por parte del rubio. Parecía haberse congelado, todo su cuerpo estaba rígido y, aunque no podían verle el rostro, no era difícil imaginar lo que estaba sintiendo.

Gaara y Temari ya habían pasado por ello, sabían lo que recibir un telegrama inesperado significaba.

El fuerte sonido de la lluvia azotando el techo era lo único que camuflaba el llanto proveniente de la residencia Uchiha.

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N/A: No me maaaaaten jajajaja Prometo que se vienen cosas buenas tarde o temprano.

Noches de lluvia, días de solWhere stories live. Discover now