Tengo los nervios a flor de piel y mi caminar no es para nada suave. La preocupación me carcome y más el hecho de que puede haberle sucedido algo como en aquella pasada ocasión. Abro con brusquedad la puerta de cristal que da paso a la piscina y la veo.

Suspiro con alivo al notar que no hay nada alarmante. Está ella acostada en una tumbona frente a la piscina. Se encuentra completamente desnuda con los ojos cerrados.

Hacía meses que no hacía esto, antes lo hacía con bastante frecuencia. Enloquecía con ver su piel tal pálida completamente desnuda al llegar a por ella.

—Alara —llamo aún a distancias.

Pero no responde y cuando estoy más cerca es que me doy cuenta que tiene sus oídos con audífonos. Noto todo su cuerpo y lo recorro con la vista dándole un repaso, ella aún no me nota. Sin embargo la sigo viendo esperando que mi cuerpo reaccione de la misma manera.

Nada, ni un leve cosquilleo en mi entrepierna y siquiera mi respiración se agiliza. Estoy simplemente normal como sino tuviese ante mí a la mujer, con la que tantas veces me corrí dentro de ella.

Sus ojos azules se abren y se sorprenden al verme. Al instante una sonrisa se amplía en sus labios.

—Estaba esperándote —dice y se sienta.

Sus tetas firmes y tersas llaman mi atención. Pero no sucede nada, meto las manos en mis bolsillos volviendo mi vista a su rostro.

—Tenemos que hablar Alara —comento y su mirada alegre cambia drásticamente.

Ella realmente ya conoce mis expresiones y formas de hablar, sabe perfectamente ya de que va todo el asunto. Siempre la he visto como una mujer demasiado inteligente. Me siento en la otra tumbona frente a ella, pero cuando lo hago ella se me lanza encima.

Se sube sobre mi regazo yendo a por mis labios, justo giro la cara y se enfrasca en mi cuello. Chupa ahí mientras sus caderas se mueven sobre mi sexo. Mis manos tocan su suave espalda pero ni siquiera así me remueve nada.

Sus manos van a por mi ropa, pero las detengo. Se separa y sus ojos me miran atolondrados.

—¿Qué sucede amor?

—Necesito hablarte sobre algo. Por favor podrías ir a vestirte —pido con bastante calma, más de la que puedo darle a alguien.

Sus ojos se achican y su mirada decae, sin embargo sale de encima de mí y la veo caminar hasta la bata. Mis ojos no dejan de ver su cuerpo hasta que el mismo es cubierto.

Vuelve hasta mi lugar y se sienta frente a mí. Cuando lo hace noto sus ojos cristalizarse completos.

—Lo siento Tohbías, no volverá a suceder, sé que cometí con error.

Las lágrimas van escurriéndole por sus mejillas, pero algo dentro de mí me dice que sus palabras están un poco vacías. Ella en el momento que dijo eso fue tan cruel de su parte, tan eufórico y con tantas ganas que hasta a mí me sorprendió que fuesen sus propias palabras. Cuando dijo esas cosas a mi hijo sentí que esa no era la Alara que llevo años conociendo.

—Alara, no vengo a hablar sobre eso. Sino sobre nosotros...

—¿Ya podremos casarnos? ¿Ella firmó el divorcio? —La ilusión en sus ojos es tanta que odio verme en esta situación.

Nunca debí prometer cosas que me quedaran tan grandes, nunca debí inmiscuirme en la vida de alguien que lucha con sus propios tormentos cuando yo aún no sanaba los míos. ¿Pero quién iba a imaginar que las cosas fueran a suceder así?

Aunque quiera no puedo negar que Molly y yo tenemos algo que nos ata de por vida. Algo que siempre nos va a jalar juntos y arrastrar al mismo abismo, sea que nos odiemos o que nos amemos, él siempre estará ahí justo a mitad de cada uno de los dos.

AtándonosWhere stories live. Discover now