Los encuentro a ambos jugando con Matts, ya nuestro hijo completamente vestido.

—Vamos a cenar —les digo y salgo a preparar la mesa.

Ambos siguen mis pasos y se sientan en las sillas. Preparo todo y esta vez Tohbías toma otra silla dejándome sentar con libertad en la mía habitual. Cenamos con tranquilidad el pescado asado que hice y al terminar lo voy recogiendo todo.

—Veamos una película —pide nuestro hijo.

—¿Cuál quieres ver?

—El gato con botas papi —chilla y río al pensar que es la quinta vez que la verá en lo que queda de mes.

—Pues veamos la peli —repone su padre y salen disparados hasta la sala.

Termino en la cocina y voy a por unas mantas para taparnos. La sala de esta casa es demasiado fría.

Llego hasta ellos y me siento al lado de mi hijo. Nos tapo para entrar en calor. Mi hijo está entre ambos y ya la peli está empezando. Justo cuando no pasan ni tres minutos más, se queda sin señal.

Bufo irritada, porque estoy hastiada de la maldita antena de ese televisor. Me pongo de pie y camino hasta ella.

—Ahora mami lo arregla —manifiesta Tohb a su padre.

Me inclino hacia adelante dando una espectacular vista al padre de mi hijo, de mi trasero. Tomo la antena y la quito para volver a ponerla, casi siempre funciona cuando le hago eso. Repito unas tres veces más en esa posición hasta que escucho la película sonar.

Me enderezo y al girarme los ojos de mi esposo que estaban en mi trasero, suben a los míos. Su mirada está tan oscura que mi interior burbujea. No lo hice intencional, creo que es hora realmente de cambiar este vestido de dormir. Llevo años con él ya que nunca somos más que dos dentro de la casa.

—Dime Tohb, ¿tu tío Max ha visto pelis con ustedes? —señala su padre esperando su respuesta.

El pelirrojo asiente de inmediato mirando hipnotizado la pantalla.

—Una vez mamá no pudo arreglarlo, estuvo mucho rato tras el televisor y no funcionó. Tío Max pidió unas palomitas y vimos la peli de Kung Fu Panda en su celular —narra la anécdota de hace casi un mes atrás.

Mis manos se matienen nerviosas por lo que sé que debe estar pensando, pues su mirada me fulmina a pocos metros de mí. ¿Por qué reacciona así?

Una hora y pico después de reír con las ocurrencias del gato con botas, la gata y perro. Nuestro pequeño está rendido con la cabeza sobre mis muslos y las piernitas sobre su padre.

Los créditos comienzan y tomo el mando para apagar el televisor. Tohbías no espera que hable para tomar al niño del sofá y llevarlo arriba con él. Organizo todo y subo tras él. Arriba ya, me asomo a la habitación y le veo hincado al suelo y besar al niño. Se pone de pie y me mira. Camina hasta mí y sale fuera dejando la puerta entreabierta.

—No sabes lo feliz que está contigo aquí —afirmo y él me sonríe.

—Es un gran niño —me dice y asiento.

Nos recostamos a la baranda del pasillo y le miro cómo observa mi cuerpo. Su vista se queda en mis pechos por un leve momento. Ambos los siento ponerse duros bajo su intensa mirada y con la manta que antes nos cubríamos, me los tapo.

—Lo siento no estoy adaptada a usar sujetador en casa —comento y bajo la cabeza apenada.

—No me molesta en lo absoluto —declara al instante.

Su mirada oscura penetra la mía y las corrientes internas no tardan en llegar.

—Entiendo, no es la primera vez que las vez de todos modos —añado con la voz en un hilo.

AtándonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora