Capítulo 39

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—¿Podrías parar de una vez?

—¿De qué hablas?

—¡Deja de mirarme así, joder!

—Klaus.

—Me pones nervioso.

Axel negó con la cabeza, y Klaus elevó el mentón mientras se cruzaba de brazos, cansado de la insistencia de su amigo. Me hacía gracia verlos así. Axel estaba preocupado, bastaba con verlo dos segundos para darse cuenta de lo mucho que le importaba Klaus, pero al parecer le costaba poner sus sentimientos en palabras y entonces prefería las bromas y las miradas intensas que molestaban al rubio.

No habían parado de molestarse desde que entramos a la habitación.

Una actitud bastante madura si me lo preguntan.

—Mira que eres sensible, joder —masculló Axel.

—Y tu un exagerado —bufó acomodándose sobre la camilla—. Estoy perfectamente bien ¿vale? Ya puedes dejar de mirarme como si fuera un cachorro que atropellaron.

Axel frunció el ceño. Ofendido.

—¿Estas tonto?

—Eres jodidamente molesto —dijo sin mirarlo—. ¿A que lo es, Ellen?

Dos pares de ojos se clavaron en mi figura sentada en el sofá, que intentaba esconder una sonrisa. Me aclaré un poco la garganta, viéndolos a ambos.

—Parece que ya estas mucho mejor, ¿no? —ignoré la pregunta, y a Axel se le escapó una corta risa.

Lo miré mal cuando intentó disimularla con una tos que no se escuchó para nada real.

Klaus achinó los ojos y nos señaló con su dedo índice, acusador.

—Ya veo. Los dos están en contra del enfermo aquí.

Estaba por abrir la boca para responder cuando Axel se adelantó:

—Pensé que habías dicho que estabas perfectamente bien —le recordó.

—Y lo estoy, pero sigo estando en un hospital, así que deben ser considerados.

Axel bufó, —Definitivamente, ya te encuentras mejor.

Negué con la cabeza, divertida.

Él mientras tanto le sacó el dedo a Axel, quien rodó los ojos y decidió venir a sentarse al sillón. Compartimos una mirada fugaz cuando me puse de pie y empecé a acercarme Klaus. Desde que entré a la habitación había preferido no detallar mucho su aspecto, no quería detenerme a ver qué tan golpeado estaba, sin embargo, estando frente a él no podía simplemente no mirarle. Tenía un golpe alrededor del ojo izquierdo, una herida en su barbilla y en la comisura de su boca, y lo que parecía ser una contusión en la esquina de la frente, además de su brazo que estaba bastante hinchado.

Hice una mueca sin poder evitarlo.

—¿Tan mal se ve? —pregunta, rascándose la nuca.

Niego con la cabeza, pero Klaus levanta las cejas, incrédulo.

—¿En serio? Porque tu cara dice otra cosa.

Suspiro y sus ojos azules  se encuentran con los míos. Decido ser honesta.

—Vale. Sí, se ve un poco mal. Parece que... —empiezo.

—¿Parece que me hubiera pasado un camión por encima? —pregunta. Yo asiento despacio, y él deja salir una respiración profunda—. Bueno, más o menos así se siente.

—¿Te duele mucho? —pregunté cautelosa.

Pero él desvió la mirada y se tomó un momento para responder. Fue tiempo suficiente para entender su silencio. El dolor físico no siempre era el más fuerte.

La lista de los Corazones RotosWhere stories live. Discover now