Capítulo 20

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El coche estaba inmerso en un gran silencio. Como cosa rara entre nosotros.

Por favor, que se note el sarcasmo.

Mi cabeza iba recostada en el cristal de la ventanilla, mientras que Axel conducía a gran velocidad. Mi mente iba dispersa pensando en lo que había ocurrido, pensando en Klaus y los demás, preguntándome si habrán podido escapar a tiempo.

Hace unos kilómetros, habíamos dejado atrás todo el caos de la fiesta, sin embargo, ninguno de los dos había soltado palabra durante todo el camino.

Eso, hasta que a mi mente llego un recuerdo importante.

—Mierda —musité acomodándome en el asiento.

—¿Qué sucede?

Aparto la mirada de la autopista y la poso sobre mí.

—Perdí mi bolsa.

Llevé ambas manos a mi rostro ahogando un suspiro, recordando el momento exacto en que la perdí de vista entre la multitud. Maldita mala suerte que cargo encima.

Axel bufo restándole importancia a mis palabras y regreso su atención al camino.

—Eso no es problema, pero si tanto te preocupa, puedo comprarte una nueva y ya está.

—La bolsa es lo que menos me importa, Axel —le digo un poco irritada, negando con la cabeza.

—¿Entonces?

—Ahí estaban todas mis cosas; mi celular, mi dinero y... —baje las manos de mi rostro antes de susurrar—. Mis llaves.

Eso basto para que su atención regresara a mí.

—¿Qué se supone que voy a hacer ahora?

—¿Tus padres no están en casa? —inquiero deteniéndose en un semáforo.

Su pregunta me hace pensar en las posibilidades que tengo de llegar a casa, tocar la puerta y esperar a que alguien abra. Lo pienso unos segundos y llego a una conclusión.

Esas posibilidades son demasiado nulas, casi inexistentes.

—Sí, pero todos deben estar durmiendo a esta hora —susurré pensando en otras opciones, aunque honestamente, no se me ocurría nada.

Así que después de soltar un suspiro, gire mi cabeza hacia él, para descubrir que también está observándome, recostado en el asiento con uno de sus brazos apoyados en la ventanilla y el otro sobre el volante.

Verlo frente a mí me hace consiente de que no puedo quedarme en su auto toda la noche, quizás tiene cosas que hacer y yo estoy siendo una carga quedándome aquí.

—¿Sabes qué? No importa, yo veré que hago —desabroché el cinturón de seguridad—. Puedes dejarme aquí.

—¿Qué?

Estaba por abrir la puerta para salir de allí, cuando él fue más rápido y alcanzo a ponerle seguro evitando que pudiera bajarme.

—Estás loca si crees que dejare que bajes del auto —me miro molesto.

—Axel, abre la puerta.

—No voy a dejarte sola en la autopista en medio de la noche —exclamó desviando la mirada hacia mí.

—¡Abre la maldita puerta, Axel! —gruñí molesta.

—Eso no va a pasar.

—¿Por qué te importa tanto? Solo abre la puerta y déjame ir.

La lista de los Corazones RotosWhere stories live. Discover now