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Stelly Sabo

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Stelly Sabo.

Stelly estúpido Sabo.

¿Podía existir un ser más desagradable para Luffy que aquel chico con cara de "soy perfecto, ámenme"? Bueno, eso sin contar a Nami y su cara de "Soy responsable, mátenme"... Ella también era bastante molesta.

Luffy no sabía muy bien en qué momento había pasado, pero ahora se encontraba sentado en las gradas del gimnasio de su cárcel- escuela, con una botella de ron a la mitad y con la cajetilla de cigarros tirada a su lado, pensando en lo desagradable que se le hacía Sabo; específicamente en lo desagradable que era que Nami hubiese pasado olímpicamente de él por la presencia de aquel anciano roba protagonismo.

—Y encima la muy tonta Presidenta le sonríe como una retrasada, carajo... Tendrán que trapear el pasillo por la forma en que babeaste, maldita sea.

Pero pese a esa molestia incesante, Luffy no estaba celoso, claro que no. Porque el Gran Monkey D. Luffy no sentía celos ni de su reflejo... Porque sólo su propio reflejo era capaz de superar su atractivo.

Simplemente no entendía cómo dos seres tan desagradables como el dúo dinámico habían terminado jodiéndole su día sólo por respirar el mismo aire... Es decir, podrían haberse ido con sus corazones y mierdas románticas a cualquier otro lugar. Ni siquiera la vez en que su XBox, su compañera de innumerables batallas, había dado el último destello con su luz roja indicándole que su camino juntos estaba llegando a su fin, su día había sido tan malo. Y ese día realmente había sido del asco...

Y es que no entendía qué tenía el jodido Sabo para hacer que la jodido Presidenta tuviera esa cara de babosa; no era para nada tan apuesto como Luffy y definitivamente terminaría en un asilo de ancianos más temprano que tarde. Pero lo que realmente lo tenía al borde del coma etílico, era que ni siquiera cuando se había paseado en todo su esplendor demostrándole que no sólo era una cara bonita sino también un cuerpo perfecto, la pelinaranja había tenido esa reacción.

¿Quién podía contener los suspiros ante Luffy? Eso jodía tan profundamente en una parte de su ser...

—O sea, soy el mejor... El puto amo de este horrible Instituto... La perfección hecha hombre y la muy subnormal babea por el jodido hermano de la pequeñín... ¿Es ciega? Sí... Debe tener problemas en sus jodidos y lindos ojos... Espera... No son lindos, no... No lo son.

Tomó un largo sorbo de su botella y bufó. No estaba celoso, simplemente su ego estaba herido. Sí, sólo eso... Celos y Luffy no combinaban de ninguna forma... Claro que no.

Se levantó, y tambaleándose un poco, se dirigió hasta su luffycueva, dispuesto a fumarse hasta el filtro de la cajetilla completa para sacarse el mal rato.

Mierda... Por qué construyen edificios ondulados, maldita arquitectura moderna...

Pensó viendo cómo los pasillos serpenteaban a su alrededor de manera casi psicodélica, mucho más que aquel video de las hamburguesas que I think I like it. Avanzó como pudo hasta la escalera más cercana para subir al tercer piso donde podría esconderse, pero se detuvo al escuchar la molesta y reconocible voz de Nami... No porque la tuviese grabada, por supuesto que no. Chasqueó la lengua con toda la irritación desbordando y estaba dispuesto a seguir su camino e ignorarlo como la persona madura y ebria que era, justo cuando escuchó la palabra mágica que detuvo el tiempo: Sabo.

Baby Boy!Where stories live. Discover now