El chico se apresuró en asomarse, viendo a las personas correr por la calle. Algunos se subían a sus autos y piraban lejos de allí, sin importarles si atropellaban a más gente en su camino.

―Mierda ―murmuró Taehyung.

Al volverse a la televisión, el Presidente del país estaba diciendo que todo estaba bajo control y no debían ceder al pánico. Iba a desplegar a los militares a las calles para hacerse cargo de esto, y ese fue el momento de alarma de Taehyung.

―Si piensa sacarlos, es que la cosa no está bien ―dijo su novio, sacudiendo su cabeza―. Llama a tus padres, yo trataré de comunicarme con los míos.

Lo intentaron mil veces. Mientras agarraban sus bolsos y los llenaban de ropa y comida, trataron de comunicarse con sus progenitores sin buenos resultados. Las líneas estaban saturadas por completo.

―Deberíamos ir con mis papás ―habló Jungkook, cerrando el bolso.

―O con mis abuelos ―señaló Tae―, en el campo podríamos estar mejor.

Mordió su labio inferior con fuerza, sin saber si debía discutirle. Una parte de él quería hacerlo, quería pelearle, priorizar a su familia, pero ¿eso no lo haría un egoísta?

Taehyung pareció adivinar su hilo de pensamientos, porque se volteó y le agarró las mejillas. Se inclinó a darle un beso suave, de esos que le hacían saber que todo estaría bien.

―Vayamos con mis abuelos primero, por favor, bebé ―le suplicó―. Luego nos las arreglaremos para ir con tus padres.

Jungkook asintió, todavía un poco indeciso, pero sin querer hacer una gran pelea por la situación.

Antes de salir, Jungkook agarró una de las fotos que ellos tenían juntos: fue cuando salieron en bicicleta, a recorrer los puentes de Seúl. En una parada que hicieron, Taehyung les sacó esa selfie, y el menor adoraba la forma en que ellos salían juntos.

No fueron los únicos que estaban saliendo: mientras bajaban las escaleras de su tercer piso, se toparon con otras familias que también iban por ese camino, y otras que iban subiendo. Fue todo un caos, así que se agarraron de las manos con firmeza hasta que salieron, donde el exterior estaba igual de caótico. Ellos vivían en el sector de Dongjak, por lo que la dirección que las personas tomaban se dirigía hacia el suroeste, hacia Incheon.

Taehyung lo llevó a su auto, echando todo atrás con rapidez y subiéndose a sus asientos. Normalmente era Tae el que conducía, y Jungkook lo agradeció, porque estaba demasiado nervioso en ese preciso instante como para concentrarse.

El viaje por las calles avanzó demasiado lento, porque las personas, apresuradas en irse, no dudaban en correr por las calles sin preocuparse de los autos. Algunas fueron más temerarias y empezaban a golpear, aprovechando la lentitud del auto, las ventanas y puertas, pidiendo que les abrieran.

No habían avanzado ni cinco cuadras cuando el caos volvió a desatarse, sólo que en ese lugar.

De pronto, la multitud de gente comenzó a correr y gritar, y alguien se lanzó contra el auto de Taehyung. Jungkook soltó un grito bajo, Tae pisó el freno, con expresión de sorpresa, y ambos miraron al frente. Su novio hizo el amago de bajarse a ayudar a la muchacha, pero Jungkook se le adelantó.

―¡No salgas! ―le dijo, alarmado―. Taehyung, mira...

Los dos observaron, desde sus lugares, como esa cosa mordía, sacaba, arrancaba, trozos de carne del cuello de esa joven que no debía tener más de veinte años. Ella se quejaba, pero la sangre salía a borbotones mientras el monstruo masticaba, y de pronto aparecieron otros.

The World Retreats [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora