—¿Haz ido alguna vez a el psicólogo? —preguntó sosteniendo su cabeza entre sus manos.

—Nunca, aunque sé que siempre lo he necesitado.

—¿Por qué no fuiste antes?

Lo pensé un poco. La respuesta más obvia sería que soy un terco, pero la verdadera razón fue otra.

—He hecho algo horrible. Pero me sentí bien al hacerlo.—expliqué y luego dije en un susurro—Creo que me estoy volviendo un psicópata.

Ella no dice nada, supongo que debo contarle la historia.

(...)

27 de Noviembre de 2015.

Kiss suena en la radio mientras que las hojas secas del otoño caen sobre el capó del coche.

—Es hora.—anunció Luke.

El castaño miró a todos esperando una respuesta de afirmación.

—¿Tenemos que hacerlo? —preguntó esta vez Jeremy.

El miedo se notaba en los ojos azules del rubio, aterrado por la idea de tener que quitarle la vida a alguien.

—Si no lo matamos, nos matarán a nosotros.—respondió brusco.

Jeremy asiente y nos bajamos del auto con nuestras pistolas rozándonos la piel bajo el pantalón. Nos acercamos en silencio hasta la casa de Ronnie Smith, un viejo vendedor de drogas que todos los jueves olvida cerrar la puerta trasera.

—¿Y que haremos con Angie? —preguntó el rubio, su personalidad insegura solía jugarle en contra.

Angie era la esposa veinteañera que se colgaba de la fortuna de Ronnie. Era una mujer verdaderamente hermosa, con una larga melena rubia y dos diamantes celestes como ojos, pero era tan bella como engañosa; podía seducirte fácilmente y luego manipularte a su manera.

—Yo me encargo.—dijo Luke con un brillo lujurioso en sus ojos cafés.

—No le tocarás ni un solo pelo.—hablé por primera vez. No podía dejar que este idiota violara a una mujer.

Asintió sabiendo que si lo hacia le rompería todos los huesos de su miserable esqueleto.

—¿Y con Harry? —preguntó de nuevo. Harry era el hijo de un año de la familia Smith.

—No lo sé, Jeremy. Sólo cállate.—le espeté cansado.

No dijo nada más en todo el trayecto.

Entramos por la puerta de atrás que como suponíamos estaba abierta, sabíamos que posiblemente Ronnie y su mujer estarían durmiendo plácidamente.

Pobre del viejo, no sabía que ahora dormiría para siempre.

Casi todo estaba bajo una penumbra de oscuridad, excepto por la tenue luz que salía de una lámpara ubicada a un lado de la escalera.

—Cierren la boca y subamos.—ordenó Luke, parecía ser el comandante de la misión.

Y para su mala suerte, odio que me controlen.

—Hijo de puta.—susurré, sólo Jeremy me escuchó y largó una pequeña risa.

Subimos escuchando sólo el rechinar de los viejos escalones de mimbre mezclado con nuestras agitadas respiraciones. No tenia miedo, estaba dispuesto a ser un asesino a sangre fría si era necesario, pero Angie y Harry lograban darme un poco lástima.

Al final del pasillo había una puerta de madera oscura. Ese sería el lugar donde aquel narcotraficante daría su último suspiro.

Sacamos las pistolas y tomamos aliento.

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