Yo no merezco volver

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Eres tú de Carla Morrison fue la culpable de que el corazón de la militar se desviara de su rutina de cada mañana y suspirara ante esos recuerdos que hacían que el olvido fuese una misión suicida entre sus pensamientos más racionales.

Es por esto que la rubia cerró sus ojos mientras sentía cómo cada acorde de aquella balada se tatuaba en su piel y que a través del puente creado por la voz calmada de la cantante tenía la oportunidad de viajar hasta esa noche de invierno en donde le había propuesto matrimonio a la enfermera.

Recreando una y otra vez todos los detalles que habían existido detrás de esa noche que había cambiado por completo el giro de su planeta de estaciones gélidas, ya que hasta ese momento solo sabía lo que era el verano gracias a los ojos dorados de la mayor que no dudaban en iluminar su vida cada vez que se los encontraba girando a dúo hacia su rostro con esa sonrisa capaz de curarle el alma en solo una mirada.

Había sido una de esas noches simples y serenas en donde nada te da indicio alguno de que va a ser la que cambiará por siempre el rumbo tu vida, de hecho, si era sincera consigo misma, ni siquiera tenía preparada aquella propuesta que a su parecer era la más cutre de la historia de las propuestas, sino que más bien luego de una cena llena de risas y de conversaciones cargadas de esperanza, Luisita supo que no quería perder ni un solo día más de los que le esperaban junto a la castaña por el resto de sus vidas.

Por lo que con un anillo de juguete de una máquina expendedora que había en el local y todo el romanticismo a su favor decidió abrirle de forma definitiva su corazón a una Amelia que a pesar de ser una fiel creyente de los cuentos de hadas y que ella misma llevaba toda una vida soñando con el momento mágico en que llegaría el amor de su vida a proponerle que se casara con ella, aquella escena tan improvisada y peculiar le pareció más increíble que una habitación llena de rosas declarándole su amor a los cuatro vientos.

Porque definitivamente lo que realmente le importaba a la morena no era ni el lugar ni el momento en el que se estaba desarrollando aquella propuesta, sino que más bien lo era la persona que estaba frente a ella con la ilusión pintando sus irises y deseando escribir todos sus capítulos a futuro a su lado, ya que aquella propuesta fue la única confirmación que necesitó la castaña para saber que cualquier momento de su vida iba a ser especial si ambas eran las protagonistas de esa historia de amor sin finales abruptos ni puntos suspensivos, ni conversaciones pendientes.

No.

En ese momento de su relación, todo iba tan bien que ninguna de las dos fue capaz de dimensionar el cataclismo que las llevaría al fin de su relación.

Y es que el declive de la falta de comunicación entre ambas no fue una factura que llegó de un día a otro a su buzón de cuentas pendientes sino que más bien fue una cuota a largo plazo en donde todos los meses ambas pagaban un monto mínimo para mantener la inestabilidad presente en sus personalidades y caracteres contradictorios.

Es por esto que se necesitó de al menos cinco años para que recién se viesen todas las fallas que las distanciaban de la otra, porque una pelea no es suficiente para romper una relación tan larga sino que más bien se necesita de la suma de miles de otros pequeños puntos de inflexión que de a poco fueron erosionando sus playas a tal punto de que el final se hizo más que evidente en aquella última pelea que ambas señalaban entre sus memorias como la causa de su divorcio.

Luisita suspiró ante el recuerdo taciturno de aquella tarde que había marcado el fin de su relación en donde había regresado hace tan solo unos días de una de sus misiones para encontrarse frente a n una Amelia desesperada y afligida que no dejaba de reclamarle una y otra vez el hecho de que ya no soportaba más el camino que estaba tomando su matrimonio, por lo que le propuso que fuesen a terapia juntas porque ya era necesaria la ayuda de una tercera persona para que ésta lograra traducir todos esos mensajes que se envasaban en una botella y se perdían en medio del mar de sus discusiones.

Punto y aparteWhere stories live. Discover now