Mi madre siempre me dijo que no soy capaz de nada.
Cuando decidí irme de casa para escapar de sus sermones me juró que estaba cometiendo un error y volvería. Qué no lo iba a lograr.
Y tal vez tenía razón.
Estaba sin empleo, sin dinero y con los día...
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Alexander.
Este es mi infierno personal.
Un mes sin Samanta en casa, con la habitación de la bebé intacta y la temporada de compra y venta de propiedades altas mi vida se ha complicado un poco más.
—Señor —me habla Carmen a través del teléfono. —La señorita Álvarez acaba de depositar el mes de arriendo.
Entro a casa con el teléfono pegado a la oreja y me dirijo inmediatamente a mi habitación para ducharme e ir a casa de Samanta.
—Bien, que lo guarden en la cuenta donde se ha estado reuniendo todos estos meses, por favor. Hoy debo entregarla a su dueña. — le informo aflojándome la corbata.
Paso de largo por la habitación de la bebé, pero esta vez al colgar el teléfono me detengo y miro la puerta. Entro al lugar, es primera vez que lo hago desde el accidente, miro a mi alrededor. Las paredes pintadas, la cuna intacta, todas las cosas que compró Samanta, esto duele mucho.
Miro la ventana y me acerco a ella al jardín donde Samanta y yo pasamos tantas tardes hablando de todo y de nada.
Observo más allá del jardín, es una propiedad muy grande para Sara y para mí. Siempre le he tenido cariño a esta casa por ser la que mis padres escogieron para formar su familia, pero mientras veo a una paloma volar de la ventana a uno de los árboles lo comprendo.
Esta es la casa de mis padres, no mi casa, no la que yo escogí para formar mi propia familia, simplemente vivo en ella y asumí que también sería mi hogar. Aunque desde que se marchó Samanta ni siquiera se siente como uno.
Miro de nuevo la habitación y suspiro, salgo al pasillo cerrando la puerta con cuidado, miro a mi alrededor y está decidido, debo empezar a buscar la casa de mi propia familia.
Saco el celular de mi pantalón mientras entro a la habitación, es solo un lugar donde está mi presencia, no la de una pareja, es un cuarto de soltero.
—Señor Bustamante —me contesta de nuevo Carmen.
—Pasame un catálogo de todas las casas familiares que tenemos a nuestra disposición —le hablo mientras camino al baño — Ah, y Carmen, que no sean muy grandes, pero que tengan un lindo jardín, por favor.
—Bien, se lo paso en unas horas ¿Algo más?
—No, gracias. —cuelgo el teléfono para ducharme e ir a visitar al amor de mi vida.
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