11.- ¿Tú quieres cruzar la línea?

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Por unos minutos dejamos de hablar, yo cierro los ojos y me relajo en su pecho mientras Álex se encarga de acariciar mi brazo y respirar con tranquilidad.

Todos tenemos un aroma característico, y no estoy hablando del perfume o el detergente de la ropa. Estoy hablando del aroma personal de cada quien, todos desprendemos olor. El de Lily me hace sentir en casa, pero el de Alexander me da tranquilidad, me da más que sensación de seguridad. Eso me gusta.

Supongo que por una u otra forma él me da seguridad.

El aire fresco de la noche nos golpea y el sonido de los árboles moviéndose a nuestro alrededor hacen que me sienta aún más tranquila.

Busco en mi memoria la última vez que me sentí de esta forma, y no lo recuerdo.

—Creo que es hora de entrar—el susurro ronco de Álex me eriza la piel.

—Un momento, por favor —le contesto en voz baja. —Hace mucho tiempo que no me siento de esta forma.

Siento un suspiro de su parte y abro los ojos para poder mirarlo al rostro. Lo que no me esperaba es que estuviese mirándome también.

Sus labios quedan a muy poca distancia de los míos, mi mirada va de sus ojos marrones a sus labios casi en una sonrisa. Una necesidad inmensa de cortar la distancia me invade.

Pero es Alexander quien hace el primer movimiento. Su mano libre viaja hasta mi mandíbula para cerrar sus dedos en esta y besar mis labios. Y es como una ráfaga de aire cuando me besa. Es como si de alguna forma me estuviese ahogando y este beso me ha salvado.

Sus labios son suaves y cálidos. El beso al principio es lento y tierno, pero apenas mis labios le corresponden se pega más a mí y mete su lengua en mi boca para darle mas intensidad, puedo saborearlo y sentir su lengua con la mía, los dedos que tiene en mi mandíbula aprietan un poco más y eso me desestabiliza.

Las molestias en la boca del estómago que llevo todos estos días tratando de tranquilizar se desborda. Siento que después de esto no puedo dar marcha atrás.

Alexander es el primero en alejarse, pero sus manos y brazos no se mueven de donde están.

Sus pupilas están dilatadas y los labios los mantiene entreabiertos mientras recupera el aliento.

—Tengo la sensación de que saldrás corriendo —su voz baja y ronca me termina de derrumbar.

Le doy una sonrisa de boca cerrada.

—Créeme que lo menos que quiero es salir corriendo. —le contesto.

—Ahora sí creo que deberíamos de entrar — su dedo acaricia mi mejilla.

Suspiro y me acomodo en la banca alejándome de él.

—Sí, voy a bañarme y acostarme. —le digo.

Ambos nos levantamos y caminamos dentro de la casa, las luces de la cocina están prendidas, pero el resto de la casa está en penumbras.

Subimos las espalderas y justo cuando entramos al pasillo de nuestras habitaciones Alexander me toma de la mano con delicadeza.

—¿Quieres quedarte hoy en mi habitación? —pregunta con esa seguridad que lo caracteriza.

Mis palpitaciones aumentan debido a la tensión. 

—Hace mucho que no tengo sexo y además tengo hormonas de embarazada que solo se alborotan contigo, Alexander. ¿Crees que puedes con eso? —bromeo.

Él sonríe amplio y su mirada es intensa.

—Te dije que estaba dispuesto a satisfacerte en todo lo que sea necesario.

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