Capítulo 5

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ZORO

Empujó una última vez en su mano, llenando su palma de semen. Se limpió como pudo y se subió el pantalón. Sí, se había masturbado con el recuerdo de Sanji gimiendo por su toque. Fue inevitable, de solo recordar de nuevo el rostro del sacerdote mientras llegaba al éxtasis,...

Como sea, agarró la biblia de Sanji y bajó directamente a la bodega, sólo para encontrarse con el peor escenario posible. El sacerdote se encontraba de espaldas, tumbado boca abajo. Estaba con la espalda descubierta, pues su hábito había sido arrojado a alguna parte de la celda. Tiras de carne y sangre cubrían toda su espalda al rojo vivo.

Zoro abrió la celda y corrió a su lado, desesperado por verificar el estado de Sanji. En cuanto se arrodilló, pudo ver que el padre empuñaba la cuerda con la que estuvo atado y la cual Zoro dejó en la celda por descuido. Entendió lo ocurrido. Sanji se había azotado a sí mismo.

-Padre.- Intentó alzar el rostro de Sanji, que se escondía entre sus brazos y el suelo.- Cómo pudo...-Tenía que hacer algo, la herida se veía demasiado fea. Si no la trataba rápido se podría infectar.

A regañadientes, se despegó de Sanji y corrió al piso superior, recogiendo un poco de antiséptico, vendas y algodón para volver a bajar.

-Sanji, esto le dolerá, aguante un poco.- Mojó un poco del algodón en el antiséptico, cuando el rubio se irguió un poco.

-Que duela, es lo que me merezco.- Zoro lo empujó delicadamente contra su pecho, evitando tocar su espalda.- Déjame, este es mi castigo. Solo así recibiré el perdón divino.

-No, no. Padre, écheme a mi la culpa. Usted no hizo nada malo, ¿de acuerdo? Seré yo el que vaya al infierno.- Acarició su cabello, quería consolarlo de alguna manera, pero no era bueno en ello. Recordó la biblia, que ahora estaba en el suelo.- Voy a curarlo, y cuando termine podrá leer su biblia. Está aquí, la traje conmigo.

Sanji levantó la vista para verificar si sus palabras eran ciertas, y cuando vio el pequeño libro negro, sonrió un poco. Zoro entendió aquello como un acuerdo silencioso y lo giró despacio. Comenzó a tratar la herida, primero limpiando toda la sangre de alrededor.

En su barco no había un médico como tal, pero por suerte todos contaban con conocimientos básicos sobre primeros auxilios, incluyendo él. Después de limpiar la sangre y dejar la herida descubierta, se tranquilizó un poco al ver que no era tan grave como parecía al principio.

Temía que tuvieran que darle puntos, pero la piel estaba apenas abierta. Con una buena desinfección y vendaje sería más que suficiente. Aun así, debió doler como loco. El padre tenía muchas agallas para infringirse semejante castigo. De nuevo, no podía entender a la gente religiosa ¿Por qué Dios estaría contento de ver cómo sus hijos se maltrataban así por una tontería?

Igual se sintió culpable, si él no hubiera caído en la tentación de ese bonito rostro...

Terminó de poner el vendaje y ayudó a Sanji a sentarse. Le entregó la biblia.

-Aquí tiene.- El rubio la abrazó contra su pecho. Zoro solo pudo suspirar, cansado de tantas emociones tensas durante el día.

- ¿Qué? ¿Tienes miedo de que esta herida baje mi valor en el mercado?- La voz de Sanji aún sonaba temblorosa, frágil. Creyó que lloraría, pero sus ojos reflejaban ira y nada más. ¿Venderlo en el mercado? Claro, Roronoa había olvidado por completo que por eso lo tenían allí. De hecho, la isla Roja ya no quedaba muy lejos. Serían unos tres o cuatro días más de viaje. No quería pensar en eso ahora, por lo que cambió de tema.

-Las recetas de su libro se ven deliciosas.- Mientras hablaba, recogió las cosas que trajo para curarlo.- Si quiere, puede cocinar uno de esas recetas. La cocina del barco no es nada lujosa, pero tiene lo esencial.- Salió de la celda, primero asegurándose que cualquier cosa peligrosa no esté al alcance del sacerdote. Puso seguro y espero por una respuesta. El rubio lo miró algo confundido, pero finalmente asintió despacio.

Perdona mis pecados (ZOSAN +18)Where stories live. Discover now