14. Frustrado y caliente

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Ocupaba, literalmente, casi todo el sofá y a duras penas dejaba una hondonada en los cojines que servían para sentarse. Ian era demasiado grande y pesado. No estaba gordo. Quien dijera que lo estaba, no tenía ni idea de cómo funcionaba el peso en relación a la altura; yo diría que estaba perfecto. Era el equilibrio que muchos deberían seguir, pero que pocos elegían mantener. Diría que me triplicaba en peso, más o menos.

Cubrí su cuerpo con la manta, no quería ser tan desagradecido como para dejarlo destapado cuando todavía hacía un poco de fresco por la mañana. Una vez se la puse, camine hasta su lado y acaricié el lateral de su cara con la punta de mis dedos, observando que su expresión placentera volvía a volverse risueña. ¿Por qué era tan caótico? ¿Qué sentimiento tendría este idiota conmigo, y por qué siempre se sentía ansioso conmigo? Yo no era el Omega más guapo, y tampoco el más dulce, así que tendría que ver él alto de lo que yo no podía ser del todo consciente.

Pero ahora tenía un prueba: El que estaba duro era yo. Si maldito aroma me había llegado al cerebro, y mi cuerpo se había resentido al haber sido alcanzado. ¿Cuándo fue la última vez que me acosté con alguien? Creo que fue a principios de este año, y el tipo era súper molesto. Pensó que como nos acostamos dos veces, seríamos automáticamente novios.

Qué patético.

¿Por qué la gente tenía que vivir del romance? El sexo era sexo.

Glass... —murmuró Ian con los ojos cerrados, tenía la lengua sacada hacia afuera, lo que le hacía ver patético y estúpido.

¿Sería muy estúpido acostarme contigo? —pregunté sin esperar una respuesta por su parte. Deslicé los dedos por su cara, observando que su aroma no dejaba de informarme de lo feliz que se sentía sólo por ser acariciado. Ni siquiera estaba haciendo algo súper íntimo—. Papá te hubiera adorado si hubieras sido mi amigo en el pasado —murmuro, sintiéndome un poco triste por recordar a mi padre. A él le hubiera encantado que me hubiera hecho amigo de varios lobos, pero no podía cambiar el pasado—. De todas formas... ¿qué debería de hacer ahora mismo? ¿Hacía donde debería de moverme?

Suspiré y decidí irme a la ducha para quitarme esta estúpida e innecesaria erección que no me aportaba nada útil.


Para cuando salí del baño, Ian estaba despierto y me miraba con el rostro embobado y el cabello rojizo señalando en todas las direcciones. Se veía muy tonto. Todavía conservaba ese olorcillo a felicidad que se le salía por tenerme cerca, siendo soportable en lugar de asqueroso. Sin embargo me sentí enfadado al recordar que, por su culpa, me había puesto un poco duro y la idea de acostarme con él para que mi cerebro aceptara que él no era especial en nada sólo era la punta del iceberg de mi paciencia. La idea era estúpida, puesto que a duras penas aceptaba que me tocara. ¿Follar con él? ¿Con esa palmera hueca? ¿Y luego qué más, ver una película acurrucados en el sofá mientras le hago mimitos en la barba mientras me mira con esos ojos amarillos de una forma tonta y romántica? Já.

La idea de acostarme con él, ahora, me resultaba ridícula.

Tienes diez minutos —espeté, largándome directo hacia la cama para dejar de ir en ropa interior. Fui un idiota al pensar que por las mañanas no haría frío, cuando era obvio que no estábamos en Hayu.

Rápidamente me preparé un bocadillo con lo que trajo, agradeciendo a mis adentro que fuera carne en lugar de sosa fruta baja en azúcares o una dieta absurda que no me generará nada de masa muscular, y cuando lo hice dudé entre si hacerle uno a él o dejar que lo hiciera por sí mismo.

Decidí hacérselo por no haberme tocado las narices en lo que llevamos de día, y de ahí me puse a ver las noticias. Me encontré un tanto abrumado por toda la información que la televisión me brindaba: Nombres extraños, temperaturas que nunca había visto en Hayu, anuncios que me resultaban demasiado estúpidos para ser considerados "normales", situaciones en partes diferentes del país... incluso habían noticias de las islas. Obviamente hablaron de que un carro fue encontrado en medio de la carretera, aunque me resultó extraño que no dijeran nada de la mujer que debería de estar ahí dentro. Mi madre seguía inconsciente cuando yo me largué, en un impulso de idiotez.

𝕰𝚕 𝓢𝚎𝚗𝚝𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora