Capítulo 11: Cambio drástico

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La rubia se acercó y se sentó en la cama, su mirada transmitía inseguridad. Jack la vio detenidamente, notó que había intentado arreglarse su cabello y su ropa, pero aún así se veía un poco cansada. Además, notaba que algo sucedía.

—¿Crees que hicimos lo correcto al aceptar su oferta? —preguntó la rubia.

—No lo sé, pero en este momento es lo mejor que podemos hacer. No podemos seguir vagando sin un rumbo —respondió el sujeto con sinceridad.

Amber asintió con la cabeza, comprendiendo lo que su compañero quería decir.

—Mi turno —dijo la chica.

El hombre entendió que era su momento de darle espacio y dio un esfuerzo con su pierna herida para bajar las escaleras y compartir con los señores de la cabaña.

Jack se unió a la anciana que reposaba en uno de los sofás, donde comenzó una larga charla, en la que no hablaron de nada en particular, pero surgieron algunas preguntas interesantes. ¿Cuánto tiempo llevaban juntos la mujer y su esposo? ¿Habían vivido en esa casa por mucho tiempo? ¿Sabían de la existencia de las criaturas?

El sujeto aprendió de su conversación reciente que la pareja había estado junta por más de cuarenta años, lo que implicaba que habían tenido una relación estable durante mucho tiempo, incluso antes del desastre. También descubrió que encontraron ese hogar poco después de la extinción humana.

Una vez lista, Amber bajó las escaleras luciendo una nueva energía, su cabello brillaba y su ropa estaba limpia y bien arreglada. Jack no evitó sentirse impresionado al verla; resaltaba su belleza y su lindo cuerpo. Por su parte, la señora mayor le dio la bienvenida nuevamente a la sala y le ofreció un asiento para que se incorporara a la conversación.

Luego de un largo rato de conversación, la puerta de la cabaña se abrió de golpe y entró el esposo de la mujer con una bolsa en la mano. Amber intentó ver qué es lo que traía, pero la bolsa oscura no permitió ver su contenido.

—Mis amores, ¿se pueden sentar en la mesa? En unos minutos les serviremos la cena —dijo la señora con una sonrisa al ver a su cónyuge.

Los jóvenes aceptaron la propuesta y se dirigieron al comedor. Al llegar, rápidamente notaron que estaba iluminado por una lámpara de techo que emitía una luz cálida y acogedora. La mesa estaba puesta de manera impecable, con platos, cubiertos y vasos limpios, creando un ambiente de hogar que contrastaba con la incertidumbre que los rodeaba.

La anciana y su esposo se retiraron hacia la cocina, dejando a los jóvenes solos en la mesa. Amber se sentía un poco incómoda ante la ausencia de los ancianos, pero unos minutos después regresaron con bandejas llenas de comida deliciosa. Un aroma tentador llenó el lugar, haciendo que sus estómagos gruñeran de hambre.

Las bandejas eran cuatro en total, y la cantidad de comida que contenían era importante. La primera tenía una gran ración de ensalada, con tomate, lechuga y otros elementos frescos que hacían agua la boca. La segunda traía pan, un poco duro a simple vista, pero suficiente para que pudieran tomar lo justo. La tercera eran frijoles, los favoritos de Jack, y la última dejaba ver algo de carne, probablemente de un animal recién cazado.

La mujer les hizo una invitación para que se sirvieran y les aseguró que no había límites. Jack, como un hombre hambriento que era, se sirvió primero un plato lleno de frijoles y carne, acompañado de un poco de pan. Mientras que Amber, más preocupada por su figura pero sin ignorar su hambre, se sirvió una porción más pequeña de carne y ensalada.

Amber se sintió un poco incómoda, como si estuviera comiendo a costa de la buena voluntad de los ancianos. Sin embargo, el hambre le ganaba. Jack, en cambio, elogió la carne, aunque también notaba un sabor extraño en ella.

—No sé si ya lo saben, pero mi nombre es Lucy. Mi esposo se llama Thomas —socializó la mujer mientras comía.

—¿Sus nombres cuáles son? —preguntó el marido.

Los jóvenes sonrieron ante la presentación, para luego también revelar sus nombres. De alguna manera, comenzaban a conocer más de estos sobrevivientes.

—¿Cuánto llevan de pareja? —rompió el silencio Lucy, dejándose llevar por la curiosidad.

—No, no somos pareja —respondió rápidamente Amber, un poco incómoda.

La mujer no evitó soltar una leve carcajada, quizás apenada por el comentario desubicado, que luego dejó un silencio incómodo. La tranquilidad se mantuvo en la mesa hasta que la rubia sació su apetito.

—No puedo comer más —utilizó como excusa la chica. Había comido todo, menos carne, sin contar la única vez que hizo el intento de probarla y dar algunos bocados.

La anciana aceptó y dejó que se retirara a la habitación; pocos minutos después la siguió Jack, el hombre, en comparación con su compañera, se había devorado todo. Los ancianos se quedaron en el comedor limpiando lo restante.

Minutos después, todos estaban preparados para terminar la jornada. En un abrir y cerrar de ojos, el día terminó con todos descansando en sus respectivas habitaciones.

Amber durmió toda la noche, agradecida por la comodidad de la cama y la tranquilidad de no tener que preocuparse por ser objeto de abuso. El sueño fue profundo y reparador, uno que no había tenido en mucho tiempo.

Al despertar, buscó a su compañero en la pequeña habitación, pero no lo encontró en el sofá donde había dormido. Se preguntó si él se había marchado sin despedirse o si se había despertado temprano para aprovechar el día.

Luego de tardar unos minutos para despertar completamente, decidió salir de la habitación y explorar un poco más la casa y buscar a Jack. Caminando por los pasillos, se dio cuenta de que la casa era más grande de lo que parecía. Caminaba cuidadosamente para no llamar la atención, observando el diseño anticuado de la casa, el poco polvo acumulado y las decoraciones sin mucha relevancia.

Finalmente, se encontró frente a una puerta que atraía su curiosidad y, sin pensarlo dos veces, ingresó. Del otro lado de la puerta se encontraba el dormitorio de los ancianos. Parecía común y corriente, incluso guardaba similitud con la habitación donde ella estaba alojada. La curiosidad la impulsó a revisar cada uno de los detalles de la habitación.

Amber se sentía cada vez más inquieta mientras exploraba la habitación. Pero su intriga aumentó aún más cuando notó una caja cerrada con llave. Interesada, buscó en cada cajón hasta que finalmente encontró la llave escondida debajo de un montón de papeles y libros.

Con manos temblorosas, insertó la llave en la cerradura de la caja y, para su sorpresa, la llave encajó perfectamente. Al abrir la caja, encontró un montón de fotografías antiguas, todas con los ancianos sonrientes y rodeados de diferentes personas. Amber se tomó su tiempo para observar cada una de ellas. Las fotografías parecían haber sido tomadas en diferentes lugares y momentos.

En cada foto, los ancianos sonreían con una ternura que conmovía a cualquiera. Aunque lo que la desconcertaba era que cada imagen mostraba diferentes personas. En algunas había una pareja que acompañaba a los viejos, en otra, había personas de color, otra era de un grupo de chicas jóvenes. Lo extraño era que en todas las fotos, los ancianos parecían tener una conexión especial con cada uno de ellos.

Mientras seguía examinando las fotos, notó algo extraño en la última imagen del montón. Era una foto de los ancianos con un hombre. Pero lo que la hacía diferente a las demás, era que la sonrisa del hombre parecía estar forzada. 


Sentido MortalWhere stories live. Discover now