28. Se siente tan libre estar con los fantasmas de la noche

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Advertencia: breve mención de armas, heridas y sangre.

No quería parecer grosera y odiosa. Sabía mejor que eso. Vaya que sí. Pero había sido la gota que derramó el vaso. Estaba harta.

¿Por qué tuve que perder la calma por un par de datos aleatorios? ¿Y qué si Cairo estuviera vivo? Al final del día, era una buena noticia. Él podría decirme cosas, empezando con el por qué diablos me hizo involucrarme en sus problemas, qué demonios lo ataba al padre de John B y qué tenían que ver el señor Johannesburgo, Ward Cameron e incluso mi padre con todo esto... Adicional a ello, podría explicarme el por qué yo no podía dejar esto pasar y concentrarme en cosas menos difíciles.

No estaba destinada a esto.

Yo no era material de periodista sino tan solo una aspirante a escritora que tenía privilegios, con un papá que tenía dinero. Mi papá conocía gente, no yo. Él podría mover algunos hilos y yo estaría nadando con los grandes tiburones. No importaba lo que quisiera lograr, mi actitud en esa casa demostraba que no estaba tan serena y concentrada como quería creer, lo cual automáticamente, ponía en riesgo mi trabajo.

¿Qué significaba todo lo que decía esa carta?

Ni siquiera podía recordarla con precisión.

Busqué en mi teléfono y escribí la única palabra que danzaba en mi mente: sanguinaria, que suponía era la flor. Blanca, mortalmente hermosa y originaria del este del país. «Seguramente estás buscando pistas donde no las hay», me intentó convencer mi cabeza. «¿Por qué mejor no regresas y te disculpas? »

Bajé para mirar mis pies, escuché un crujido proveniente de un lado y giré en esa dirección.

—¿Husmeando? —sus labios se curvaron hacia arriba y levantó sin mucho problema su ceja izquierda.

La única persona que no quería ver en ese momento debía ser aquella con la que tenía que encontrarme cara a cara, por supuesto. Impresionante. Mis ojos se pusieron en blanco y continué caminando por el sendero, enfocándome en la pantalla del teléfono. Los controles deberían realizarse en cualquier momento y no podía perder el tiempo con él. Si me adelantaba a la casilla de seguridad, quizás tendría más tiempo con el que jugar.

—¿Por qué no estás con ellos?

—¿Por qué no lo estás tú?

Sus pasos se acercaron a mí por detrás.

Me burlé con voz cantarina: —¿John B finalmente comenzó a deshacerse de ustedes uno por uno? ¿Te diste cuenta de que eras el más inútil de todos y decidiste sacrificarte? Tienes una boca demasiado grande y cerebro muy pequeño.

—Ah, como siempre, Beatrice, es un placer escucharte. Música para mis oídos.

—Pues, podrías dejarme en paz si quisieras. Ocúpate de tus asuntos y yo haré lo mismo por aquí. La villa es muy grande como para encontrarnos otra vez.

—¿Pero dónde está la diversión en eso? —Finalmente llegó a mi lado y gruñí en voz baja, poniendo mis ojos en el cielo. ¿Por qué, querido universo? No quería repetir mi comportamiento de antes, entonces, ¿por qué ponían a prueba a mi paciencia enviándolo?—. Y no, estoy al pendiente de los controles. No vine con la intención de seguirte. Se supone que debo distraer a la persona y ganarnos tiempo.

—¿Y te dieron un trabajo tan importante? —Silbé—. El mundo debe estar acabándose. No confiaría en ti ni siquiera para cuidar una mosca.

—Qué casualidad que me pasa lo mismo contigo.

No tenía por qué convivir con él.

Me detuve y agarré su antebrazo para que me mirara. Casi de inmediato, sonrió de lado con satisfacción. Eso era lo que el condenado quería—. JJ, voy a ser lo más amable posible... Muérdete la lengua y déjame en paz antes de que arruines las cosas... ¡JJ! —chillé, con los ojos muy abiertos ante su acción, empezando a sentir cada parte de mi cuerpo arder de la rabia.

Peace || Outer BanksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora