7. Aventura en los arcades

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Llegó el día siguiente. Fuutaro estaba sentado a una mesa mientras escuchaba la radio. Anunciaban que era domingo, el día del esperado espectáculo de fuegos artificiales de Higashichō.

Sin embargo, nada de esto le importaba al pelinegro. Se sentía muy contento, ya que por fin era domingo, y eso significaba que tenía todo el día para dedicarlo a estudiar. Por fin era libre, sin tener que ocuparse de aquellas sextillizas.

Empezó por dedicarse a las matemáticas. Se puso a escribir unas fórmulas en una hoja de papel. Entonces se detuvo para examinarla.

–Debería enseñarles esta fórmula –dijo–. No sale en los libros de texto, y sería muy útil para algunos ejercicios. Y estos otros problemas están bien explicados. Seguro que hasta Yotsuba podría entenderlos. Y esta otra pregunta sobre historia le encantaría a Miku.

De repente se detuvo. Aquí pasaba algo raro.

–¿¡Pero qué estoy haciendo!? –gritó desquiciado mientras se tiraba al suelo y pataleaba–. ¡Tengo que estudiar! ¡No es el momento de jugar a ser el tutor ideal!

Se frustró. Por culpa de estas chicas, no podía centrarse en sus propios estudios. Era odioso que le molestaran sin tan siquiera estar presentes. ¿Qué le pasaba?

Trató de concentrarse. No podía dejar que estas distracciones alteraran su estudio. Hasta ahora había sido capaz de mantener la calma por más interferencias que tuviera a su alrededor. Podía con esto.

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Raiha estaba sentada en el suelo, leyendo un libro, mientras a ratos contemplaba con resignación las reacciones de su hermano. Siempre estaba estudiando sin parar, pero ahora le escuchaba frustrarse. A veces era difícil saber qué pasaba por su cabeza.

El timbre de la casa sonó en ese momento. Su hermano hizo amago de levantarse. Tal vez se tratara de otro cobrador. Pero entonces puso una expresión de sorpresa, como si se hubiera acordado de algo importante.

–Raiha, ¿te importaría abrir tú? –le preguntó.

–¡Te estás volviendo perezoso, Onii-chan! –se quejó ella mientras se levantaba y se dirigía hacia la puerta.

No es que tuviera problema con abrir la puerta, pero normalmente era su hermano el encargado. Entonces vio de reojo como él se levantó también, como si no quisiera perderse este espectáculo por nada del mundo.

Raiha abrió la puerta. Ante ella se encontraba Itsuki, la cual iba vestida con una camiseta naranja de manga corta que dejaba los hombros al descubierto y una falda blanca que le llegaba hasta los pies.

Nada más verla, Raiha esbozó una amplia sonrisa.

–¡¡¡Itsuki-san‼! –gritó la niña corriendo a abrazarla afectuosamente– ¡Bienvenida de nuevo!

–Me alegro mucho de volver a verte, Raiha-chan –dijo la pelirroja correspondiendo al abrazo–. ¿Está tu hermano en casa? Hay algo que tengo que darle.

–Estoy aquí –dijo el aludido, apareciendo tras su hermana.

–Pasa, pasa –dijo Raiha, tirando de la pelirroja–. Prepararé algo de té.

La niña se sentía feliz. Desde que conoció a Itsuki, habían congeniado, y no dejaba de insistirle a su hermano en que la invitara de nuevo a casa. Estaba segura de que la pelirroja podía ser una buena influencia para su hermano cabeza hueca.

Las Sextillizas (Roku-Tōbun no Hanayome)Where stories live. Discover now