4. Duelo samurái

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Habían pasado dos días, dos días llenos de intensidad. Por fin se sentía preparado. Aquella mañana Fuutaro se despertó con más entusiasmo que de costumbre. Muy entusiasmado, se dirigió al instituto como cada día, y asistió a las clases, participando en ellas cuando era requerido.

Saludó a Itsuki y hablaron brevemente. Ella también pareció alegre de verle así, ya que se había estado preocupando por su aspecto en ese último par de días.

Fuutaro se sentía sorprendido de que a alguien como Itsuki le importase tanto alguien como él. Hasta días antes había sido un tipo inteligente, pero también insociable. Y fue un providencial encuentro en el comedor lo que hizo que su vida cambiara. Desde ese momento, ella había sido, junto a Yotsuba, la única de sus hermanas que había confiado en él para ser su tutor. Él estaba agradecido, pero también tenía que trabajar en hacer que las demás hermanas le permitieran enseñarles. Y este era el día en que iba llevar a cabo su plan.

Durante la hora del almuerzo, Itsuki insistió en comer con él, en lugar de con sus hermanas. Él aceptó, pero le pidió que se adelantara al comedor, ya que tenía algo importante que hacer antes.

Una vez se encontró solo, puso en marcha la primera fase del plan. Un par de preguntas a las personas adecuadas le dieron la información que necesitaba para saber donde entregar el "mensaje", por suerte sin levantar sospechas de nadie. Tras esto, se sintió más aliviado y se dirigió al comedor, donde tras adquirir su almuerzo de cada día (menú de yakiniku sin el yakiniku) procedió a reunirse con Itsuki. Durante el camino se fijó en que el resto de hermanas se hallaban sentadas en la misma mesa en que las vio el primer día, aunque en aquel momento estaban todas ocupadas, por lo que ninguna le prestó atención. Una vez las hubo pasado, divisó a Itsuki, quien estaba cómodamente sentada en la misma mesa del comedor donde se conocieron. Ella le hizo señas con la mano.

–Siento el retraso, tenía que ocuparme de algo importante –dijo Fuutaro mientras se sentaba con ella.

–No te preocupes, Uesugi-kun. No he tenido que esperar demasiado –dijo ella con una sonrisa.

De alguna manera le gustaba la forma en que Itsuki le sonreía, pareciendo capaz de hacer brillar el sol incluso en el día más gris. Pero no, ahora no podía fijarse en esto. Tenía un plan importante que ejecutar hoy. Decidió fijar su atención en otra cosa, en este caso la bandeja de la chica. Aquí hubo algo que le llamó la atención.

–Parece que hoy has pedido menos comida que otras veces –observó al recordar el contenido de la misma días atrás.

Ella pareció adoptar una mueca de disgusto.

–He decidido comer menos –admitió avergonzada–. Siempre me puede mi apetito, y termino comiendo más de lo que debería. No puedo evitarlo.

Pero Fuutaro, al ver su expresión se fijó en que, aunque no le estaba mintiendo, también había algo que no le estaba contando. Algo pareció deducir.

–¿Se ha metido alguien contigo por tus hábitos alimenticios? –le preguntó preocupado.

Recordó cuando la conoció, que ella le ofreció algo de su comida, y aunque lo aceptó, sabía que estuvo a punto de haberlo rechazado y haberla insultado. Agradeció en ese momento no haber sido tan insensible. Ahora le preocupaba que alguien no hubiera tenido tacto con ella en este tema.

–Es Nino –dijo Itsuki bajando la cabeza–. Siempre se está metiendo conmigo cuando me ve comiendo de más. Y aunque sé que no lo hace con malas intenciones, después hace que me sienta culpable.

Así que se trataba de eso. Ante él tenía como era Itsuki en realidad. Le gustaba comer más de la cuenta, y aunque fingía que no le importaba si alguien se lo reprochaba, en realidad después se sentía mal. Eso le hizo recordar también el miedo a ser juzgada que tenía Miku. ¿Estarían todas las hermanas en una situación similar?

Las Sextillizas (Roku-Tōbun no Hanayome)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora