Capítulo 3: Escena siniestra

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De repente, la bestia abrió su boca de manera inexplicablemente grande, dejando al descubierto sus filosos dientes y su larga lengua roja. Era una escena tan desagradable que el hombre sintió arcadas de sólo mirarla, preguntándose cómo podía existir una criatura tan repugnante en el mundo.

El hombre tenía su escopeta y su pistola a mano, y pensó en la posibilidad de dispararle a la bestia. Pero se detuvo a pensar en las consecuencias: el ruido que produciría podría atraer a más criaturas y poner en peligro su vida. Además, no sabía si había más de esas cosas alrededor y no quería arriesgarse a encontrarse en una situación aún peor.

Fue entonces cuando su mirada se posó en las latas que había dejado unos metros más adelante, mientras buscaba comida. Sin hacer ruido, se movió lentamente hacia ellas y las intentó recoger cuidadosamente. Estaba decidido a intentar distraer a la bestia y escapar sin ser detectado.

El hombre sabía que tenía que salir de allí sin ser visto. Estaba aterrorizado ante la idea de ser atacado por la criatura. Sabía que debía ser rápido y cuidadoso, pero no tenía idea de cómo hacerlo.

Con las latas en la mano, el hombre se preparó para lanzarlas hacia el otro lado del pasillo, lejos de la bestia. Pero justo antes de hacerlo, algo llamó su atención: un leve movimiento en la oscuridad del pasillo opuesto. ¿Era otra criatura? ¿Había más de ellas cerca?

El hombre se quedó paralizado, intentando identificar de dónde venía el movimiento. Pero la bestia al otro lado del pasillo, al parecer sin haberse dado cuenta de su presencia, seguía devorando su comida. El hombre tenía que decidir qué hacer: distraer a la bestia y arriesgarse a atraer más criaturas, o tratar de escapar sin hacer ruido y correr el riesgo de que lo detectaran.

—¿Qué hago? —pensó para sí mismo, su voz apenas hizo un susurro. Miró hacia la criatura y vio que estaba muy concentrada en su comida. Pensó en sus opciones y decidió que la mejor era avanzar con cuidado y silencio, tratando de pasar desapercibido.

El hombre comenzó a avanzar lentamente, moviéndose de un lado a otro, tratando de no hacer ningún ruido. Cada vez que la criatura se movía, él se detenía y esperaba a que volviera a concentrarse en su comida. El hombre estaba sudando profusamente, y su corazón latía tan fuerte que pensó que la criatura podría escucharlo.

Finalmente, llegó al final del pasillo y suspiró aliviado al ver la salida. Se movió con cuidado hacia la puerta, sin hacer ruido. La criatura estaba todavía ocupada con su comida, y el hombre se preguntó si alguna vez se daría cuenta de su presencia.

El hombre emergió de la puerta del edificio con una explosión de energía, como un animal acorralado buscando escapar de su depredador. Sus zancadas eran largas y frenéticas, y el aire se llenaba con el sonido desgarrador de su respiración agitada. Su corazón latía con la intensidad de un trueno retumbante en su pecho, y el sudor corría por su frente y empapaba su camiseta.

El eco de sus pasos resonaba en el silencio de la noche, mientras corría a través del pueblo abandonado. No se atrevía a mirar atrás, temiendo lo que podría encontrar si lo hacía. Su mente estaba inundada de pensamientos aterradores, pero uno se repetía una y otra vez: ¿Qué diablos había sido esa cosa?

Había visto horrores inimaginables desde que comenzó el apocalipsis, pero lo que presenció en ese pueblo superó cualquier pesadilla previa. La criatura que devoraba los cadáveres tenía una apariencia que desafiaba la lógica y desgarraba su cordura. Su piel era un tono pálido y desgarrado, con parches de carne expuesta que se retorcían de maneras grotescas. Donde deberían estar sus ojos, solo había profundas cuencas vacías, como agujeros oscuros que devoraban la luz. Su mandíbula estaba repleta de colmillos afilados que brillaban con un hambre insaciable.

Sentido MortalWhere stories live. Discover now