Capítulo 4 - El secreto de los Rosenthal I

6 0 0
                                    

La humedad se hacía presente por cada rincón de los muros recubiertos de hormigón, hasta lo más profundo de la base principal de los Rosenthal, mostrando una escena que estremecía la piel de tan solo percibir la tensión de un ambiente sombrío en la plena oscuridad, únicamente contrapuesta por la luz fría de las lámparas.

El silencio que entonces era sepulcral se vio interrumpido por el eco de los pasos aproximándose a una puerta completamente sellada que parecía no tener contacto con el exterior, mas que el de una ventana estrecha que solo dejaba ver al espectador de forma externa.

Dos siluetas aparecieron abriendo el acceso a la celda, donde yacía el cuerpo de un individuo encadenado a una silla metálica fija al suelo, afectado por una especie de sedante que lo hacía mantener la cabeza y el semblante lánguido con un aspecto casi enfermizo.

La figura masculina fue la primera en dirigirse hacia aquel sujeto de físico endeble que más bien se asemejaba a un cadáver en vida.

—Es tiempo de que hables, tu lealtad no te servirá de nada cuando todos tus compañeros te han abandonado.

—Ja... a mí no me sirve la lealtad. No soy un perro faldero como los otros. Si quieres saberlo, tendrás que ver en mi mente. —El sujeto elevó su cabeza para encontrase con los ojos de su captor, sonriendo a su favor, emitiendo una mueca grotesca.

—Adrián, no le hagas caso. —Le detuvo la figura femenina, interponiéndose entre ambos.

—Escúchame bien, maldito —escupió—. Esta no es hora de tus juegos. —Lo retó a punto de tomarlo del cuello.

—Estoy diciendo la verdad, no voy a arriesgar mi vida solo para terminar en las manos de unos sucios cazadores.

—Te estoy dando una última advertencia.

—Yo no necesito advertencias —señaló con desagrado—. Voy a hablar con una única condición —aseguró rodando los ojos en dirección a la muñeca de mi padre susurrándole algo que parecía ininteligible.

—¡No! ¡Alto! Adríán...

Mi padre comprendió las palabras del sujeto y con una mueca de desagrado realizó un fino corte sobre su palma, dejando derramar pequeñas gotas con el cuchillo de la daga, resultando en el cambio brusco de la mirada del captivo.

—Ya veo, ya veo, delicioso. —El sujeto se relamió con el mayor gusto, haciendo que sus ojos oscuros por un momento parecieran felinos como un depredador al acecho—. Los ayudaré a destruir La Orden de Bezvestnost si es lo que quieren, pero a cambio necesito al heraldo que tanto buscan...

Los susurros del sujeto fueron apagados por el arma de mi madre, quien disparó atravesando su corazón, dejando expulsar un líquido de un tinte negruzco por la boca, de un espesor y olor nauseabundo, asimilado a través de las muecas que intentaban ocultar ambos con su antebrazo.

—Elisa, ¿por qué lo has hecho?

—Ya hemos escuchado demasiado, nada bueno saldría de un traidor como ese, además no es el único de sus subordinados que permanecen con vida. Si algo sabemos es que conocen de la existencia del heraldo.

—Está bien Elisa, sobre nuestra familia dejaremos que toquen al heraldo.

Poco a poco la oscuridad que se permeaba ante mis sentidos fue sofocada por el parpadeo a la luz intensa seguida de la voz incesante de mi hermana, que pretendía agitarme en un intento desesperado por hacerme despertar.

—¡Emilia, Emilia! —anunció con desesperación frenética hasta verme abrir los ojos con pesadez—. Por fin estás despierta. —Suspiró aliviada sosteniéndome suavemente sin permitirme distinguir la expresión que ella estaba haciendo debido a la repentina conmoción en sus acciones.

—Mari, vi a nuestros padres y mamá asesinaba a alguien... estaban hablando del heraldo. —Fue lo único de lo que fui capaz de articular, recordando todo lo que había presenciado antes de despertar de mi letargo con ayuda de mi hermana. Me encontraba ansiosa, particularmente por los horrores nocturnos que venían a mí con mayor frecuencia desde lo sucedido en la residencia, pero, este a diferencia de los otros se había sentido tan real que lograba erizarme todavía.

—Tranquila, es solo una pesadilla. —Me tranquilizó mi hermana, suavizando de igual manera la expresión agitada que antes tenía, para evitar preocuparme.

—No... no lo parecía —solté, percatándome del ligero incremento en mi ritmo cardíaco a pesar de haberme encontrado en reposo—. ¿Por qué me sacudías? —inquirí, aún no segura del motivo por el que me había despertado abruptamente.

—Está bien, está bien —amainó su voz, masajeando las palmas de mis manos para hacer presión e indicándome que no me levantara de manera apresurada—. Tenía miedo porque no despertabas y no respirabas, por un momento pensé en lo peor —mencionó sinceramente, con pesadumbre en su mirada—. Discúlpame Mily, sé que todavía te estás adaptando y todavía no te recuperas de las secuelas de la primera fase de tu despertar.

—No, está bien Mari, sin ti no habría podido despertar de la visión horrible de mi sueño —aseguré esbozando una tenue sonrisa con todo lo que puede de mis fuerzas.

—Realmente lamento que hayas tenido que ver todas las cosas desagradables, antes de que te encontraras preparada para cargar con el peso de la familia —exhaló. Podía notar que ella se encontraba sumamente agotada.

—No lo lamentes, no es tu culpa, es...

—Sí es mi culpa, es nuestra maldición por haber nacido como Rosenthal —aseveró con inmensa y profunda tristeza, el mismo dolor al que yo también iba asimilando.

—Marissa, ¿ya estás preparada? —Una voz se acercó a nuestra puerta a través del intercomunicador.

—Sí, en un momento salimos —afirmó Mari hacia el interlocutor—. Mi hermana va a acompañarnos —agregó.

—Vamos, Mily, tenemos que explicarte el funcionamiento de las instalaciones antes de tu entrenamiento.

—Está bien, solo déjame cambiarme —respondí.

—¿Cómo te encuentras? ¿Ya te puedes parar?

—Sí, no te preocupes, creo que ya recuperé mi fuerza —mencioné moviendo las sábanas de la cama individual para ponerme de pie sobre la alfombra del suelo con los pies descalzos que aún se encontraban envueltos en vendas.

—Me alegro, entonces te espero, si todavía necesitas un soporte para caminar, le voy a hablar a un asistente para que consiga la silla de regreso.

—No es necesario, todavía tengo los pies un poco adormecidos, pero es por no moverlos en mucho tiempo.

—¿Cómo están tus heridas? Envié a que te trataran y te cambiaran las vendas.

—Realmente ya no duelen mucho, aunque en verdad no me he percatado por estar sentada o dormir todo el tiempo.

—Bien, pero recuerda no sobre esforzarte, no antes de que comience tu entrenamiento.

—Espera, Mari. —La detuve—. ¿Por cuánto tiempo estaremos aquí?

—Te seré sincera Mily, nosotros no estaremos mucho tiempo aquí, pero tú necesitas quedarte por un año antes de que te otorguen una misión. Descuida, tampoco estaremos solo una semana contigo porque es nuestro deber enseñarte los fundamentos de una cazadora en ausencia de nuestros padres, en especial de la línea directa Rosenthal.

Me apresuré a tomar un cambio rápido de ropa antes de seguir a mi hermana, considerando que no habíamos logrado llevar ninguna pertenencia con nosotros más lo que se encontraba en la base que había permanecido con mis hermanos, y nada distaba más a la nueva realidad que me acompañaba, en especial el código de vestimenta que debíamos portar dentro de las instalaciones, lo más parecido a uniformes herméticos con protecciones como si aquello nos hiciera pertenecer a una unidad de inteligencia secreta.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 13, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Crescenta: El heraldo de la Luna (ONC 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora