Tiempo

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(Jess, dimensión humana)

Tres años de edad tenía Abril, con su rostro pálido y ojos curiosos, ella estaba sentada en una silla alta en alguna oficina de gobierno mientras esperaba a su madre. Jess la vigilaba desde lejos, sosteniendo un periódico para evitar que alguien la mirara a la cara, con sus lentes de sol y su cabello recogido en una coleta alta, se sentía como una espía.

Abril levantó la mirada, no sonrió al ver a su madre, en cambio, su mirada se tornó temerosa, sobre todo al notar que esta se encontraba enojada.

Anastasia salió del lugar a toda prisa, Abril tuvo que brincar para bajar de la silla e ir corriendo detrás de su madre.

Solo pasaron unos segundos cuando Jess escuchó el auto arrancar y decidió ir a buscarlas, no podía perderlas de vista ni un momento, tomó una bicicleta que encontró recargada en una pared y se subió, pedaleando lo más rápido que pudo para darles alcance a ambas, pero siempre manteniendo la distancia para no ser descubierta.

Al fin, Anastasia se estacionó frente a un gran edificio, bajó del auto y miró de reojo a su hija que abría la puerta y la cerraba. Anastasia y Abril se miraban de reojo, siempre vigilando a la otra.

Y ambas entraron, seguidas por Jess que actuaba de manera normal. Las vio subir al ascensor.

Se preguntó por qué estaban ahí, mientras se quitaba los lentes de sol.

-Disculpe, señorita- preguntó un hombre vestido de traje que entraba al lugar -¿Qué desea?

-Emm... vine a ver a Anastasia Duncan

-Oh, claro, vive en el quinto piso

-Gracias

-Por cierto, dígale que tiene que pagar la renta del piso, por favor

-Claro

-Y entréguele esto

-¿Qué son?

-Algunas cartas, creo

Jess las tomó y sonrió al hombre. Subió al elevador y esperó a que este llegara al quinto piso. Mientras subía pensaba que tal vez solo debería dejar las cartas en alguna mesa y salir lo antes posible, debía espiarlas pero no podía dejar que la vieran.

El elevador se detuvo y se abrió en la sala de estar, con los muebles de color marfil, el suelo tenía una alfombra café, en las paredes se veían pinturas hechas a mano con marcos de color café, dos pares de columnas blancas invitaban a las personas a sentarse en uno de los sillones.

Jess miró a su alrededor, escuchó algunas voces, por lo que se escondió detrás una de las columnas.

-¡Mamá!- gritó Abril, se escuchó un cristal rompiéndose.

-Eres un dolor de cabeza, Abril- dijo Anastasia, sobándose las sienes y saliendo de la cocina.

-¡Mamá!- gritó con más fuerza Abril, siguiendo a su madre muy de cerca.

Anastasia, en vez de hacerle caso, se dirigió a su habitación y cerró la puerta con seguro, dejando a Abril fuera. La pequeña gritó, lloriqueó y golpeó la puerta hasta cansarse, se dejó caer al suelo, completamente cansada y se quedó dormida.

Esos fueron los minutos más tensos que Jess había presenciado.

Se acercó a Abril, tarareando una gentil tonada para evitar que despertase, la cargó para llevarla a su habitación y la dejó en la cama, le quitó los zapatos y la arropó, Abril estiró la mano y tomó a su osito de peluche, todo sucio y un poco roto, lo abrazó y continuó con su sueño.

El demonio de ojos Azules. [Crónicas de Abril #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora