Papelón con Limón (Segunda Temporada - Episodio 8)

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El sábado pasado cumplí cincuenta y seis años. Es la primera vez que la paso como Carl Fredricksen, el viejito vendedor de globos de la película de Disney Pictures «Up: Una Aventura de Altura», estrenada en 2009, realizada por el admirado estudio de animación Pixar. Este film que tal vez muchos recuerden con agrado estuvo inspirado y ambientado en nuestra fascinante selva amazónica venezolana, en especial el «Salto Ángel» («Kerepakupai vená» en lengua pemón), la catarata más alta e impresionante del mundo, ubicada en el parque nacional Canaima, en el hermoso estado Bolívar.

Para quienes no recuerden el argumento les cuento: Carl, un anciano de 78 años, ha quedado desbastado por la muerte de su amada esposa y compañera Ellie, la cual conoció desde muy joven, disfrutando ese placer de vivir y compartir con ella la intimidad más profunda, esa conexión plena como pareja en la que prevalece conocer lo que a cada quien le hace más feliz, sus sueños más disparatados y locos, sus anhelos de juventud, el mayor de ellos: ¡viajar juntos para conocer las «Cataratas del Paraíso», ubicadas en la exótica y pintoresca Suramérica, un destino que Ellie añoraba con ansias descubrir!

Luego de transitar el dulce inicio del amor como novios, Carl y Ellie se casan y viven felices (sin hijos). Por largos años habitan una modesta casa, rodeados de cálidos momentos repletos de plenitud, armonía y felicidad absoluta.

Han pasado cuarenta años juntos. Un día la salud de Ellie se deteriora, y tristemente ese hermoso sueño se posterga indefinidamente al ella no lograr superar la dura enfermedad y abandonar sin querer a Carl.

Años más tarde, como un modo de superar el luto, Carl decide cumplir el sueño de su difunta esposa de una manera muy creativa, transformando su propia casa en una máquina voladora, al atarle a la misma miles de coloridos globos inflados con helio, y así viajar volando hasta su destino con todos sus recuerdos a bordo. En esta película nos enseñan el valor tan grande que hay que tener de abandonar el pasado, soltar todo el lastre innecesario que nos produce el amargo dolor y situarnos en el presente, en el ahora, y que la buena compañía y el consuelo puede llegar a nosotros de maneras insospechadas.

Con esa premisa en mente, decidí llegarme hasta Chacao, aprovechando la oportunidad de hacer mi viaje en compañía de mi hija Luz Selene, quien trabaja en esa zona y así podríamos acompañarnos y compartir una mañana soleada, luego de disfrutar un agradable desayuno con su hermano mayor. Mi destino era pernotar en el trabajo actual del padrino de mi hijo Brian, mi viejo y buen amigo Luis Alberto Álvarez.

A Luis Alberto lo conozco hace 37 años, desde que ambos estudiábamos Diseño Gráfico y compartimos aulas por un año, en el Instituto de Diseño de Caracas, ubicado en La Castellana. Por cosas del azar, cuatro años después, el destino hizo que gracias a él lograra conocer a mi extrañada esposa y futura pareja. De hecho, mi compadre fue quien entabló conversación y amistad con ella antes que yo, pero los tres nos conocimos el mismo día en la celebración de unos quince años al que nos habían invitado. Esta conexión se conservó por 32 años, y cuando pensé con quien desearía pasar un día de cumpleaños diferente, sin dudas que su compañía fue una acertada decisión.

El día que Luis Alberto cumplió años en 1989, la madrugada de ese 7 de septiembre, Yuma y yo nos dimos cuenta de que existía algo especial entre nosotros, al bailar y conectarnos con el corazón, en silencio en una íntima comunión, que nos llevaría a iniciar un intenso y duradero noviazgo por dos años y medio, luego 29 años de aventuras casados hasta que el destino volviese a lanzar las cartas y decretara que hasta el 1º de septiembre de 2021, fuese el último recorrido juntos.

La velada junto a Luis Alberto y su familia (incluyendo a su pequeño perrito) fue encantadora. Las horas pasaron veloces, y al darse las seis de la tarde, luego de charlar, reírnos y disfrutar un agradable, rico y colorido almuerzo casero, cortesía de Imara, la esposa de Luis Alberto y comadre de mi esposa Yuma, me reencontré con mi hija Luz Selene para regresar a nuestra casa. El hogar de los Álvarez será siempre para mí un santuario por ser aquel lugar en donde Yuma y yo nos enamoramos.

Al llegar, mi hijo Brian me sorprendió con dos cosas muy agradables, me obsequió una carta escrita de su puño y letra y me trajo al cuarto en una amplia bandeja la cena, acompañándola con un riquísimo postre de chocolate. Luego me comentó que si me animaba a disfrutar con él alguna película juntos. Le contesté enseguida que sí, con muchísimo gusto.

Antes encontramos disponible un corto animado titulado «La Cita de Carl» (2023), recién estrenado y que describían como una nueva historia del protagonista de Up y su simpático y adorable perro Dug, el cual como recordarán, posee un collar electrónico que le permite hablar, al traducir sus pensamientos perrunos en lenguaje verbal. Nada más grato que el enfoque tan humano y divertido que le dan a esta pequeña obra de arte. Los de Pixar, logran con gran acierto brindarle una visión muy real y creativa a lo que le tocó pasar a nuestro viudo Carl el día que una amiga le propuso salir y enfrentar una cita inesperada.

Tener una mascota tan particular, inteligente y sabia nos invita a reír y llorar por las ocurrencias de Carl ante la incertidumbre y la duda. Ambos personajes en apenas nueve minutos nos revelan lo simple pero también profundo y trascendente que representa vivir, seguir adelante y perseguir tus sueños. ¿Acaso cuando a un ser querido le toca partir no dejamos de alguna forma de hacerlo?...

Carl cierra el ciclo y acompañado de Dug, su mejor amigo, sale de su casa y avanza confiado hacia su cita, hacia su destino. Creo que se hace digno imitarlo. Lleva unas violetas en la mano y una sonrisa en los labios. Antes de salir ha besado el retrato de su esposa diciéndole al despedirse:

-Tú siempre serás mi chica.

Papelón con LimónWhere stories live. Discover now