Papelón con Limón (Episodio III)

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Necesitaba descubrir la metáfora adecuada para contextualizar este tercer episodio. Y la encontré.


«Dicen que antes de entrar en el mar, el río tiembla de miedo. Mira para atrás todo el camino recorrido, las cumbres, las montañas, el largo y sinuoso camino abierto a través de selvas y poblados, y ve frente de sí un océano tan grande, que entrar en él solo puede significar desaparecer para siempre.Pero no hay otra manera, el río no puede volver. Nadie puede volver. Volver atrás es imposible en la existencia. El río necesita aceptar su naturaleza y entrar en el océano. Solamente entrando en el océano se diluirá el miedo, porque solo entonces sabrá el río que no se trata de desaparecer en el océano, sino convertirse en océano».


Esta hermosa, poética y por demás profunda explicación de nuestra existencia, fue escrita por Kalil Gibrán (1883-1931). Este reconocido escritor, pensador y poeta hindú fue una de mis primeras referencias literarias. Toda su obra me fue obsequiada por mis padres cuando apenas era un adolescente, en tres tomos recopilatorios, publicados en 1982.


Cuando nos conocimos, mi difunta esposa conservaba una edición de bolsillo de "El Vagabundo", uno de sus libros más conocidos. Justo ahora, al hojearlo, descubro una firma que desconozco, luego debajo de la rúbrica dice: "Mérida – 1982". (Aunque la modesta edición describe en los créditos, haber sido impresa diez años antes, en 1972). Lo cierto, es que algunos libros valiosos, también realizan un recorrido especial, por varias manos, por varias vidas, por varias generaciones.


El mensaje poético de Kalil Gibrán que tomé como enunciado lo hallé en Twitter. Al verificarlo en Internet (una vez que lo transcribí), el navegador me desplegó unas cinco mil posibles referencias, cifra nada alta, tomando en cuenta la calidad de este escrito y su trascendencia.


Dentro del librito "El Vagabundo" hay un relato sobre dos riachuelos viajeros que al encontrarse, conversan sobre sus trayectorias individuales, justo antes de reunirse con el río mayor. El primero le relata a su interlocutor, toda una retahíla de infortunios, mientras que el segundo le exhorta entusiasmado lo grato, excitante y reconfortante que fue su recorrido, justo hasta el momento en que la poderosa voz del río mayor resuena por lo alto, exigiéndoles callar de inmediato. El río mayor es solemne, categórico, expresándole a cada riachuelo que ha llegado el momento de olvidar todas sus amarguras y sus alegrías, todos sus infortunios y buenaventura, ya que están próximos a realizar junto con él un nuevo viaje, para justamente ir al reencuentro de su "madre", la mar.


Jamás en todo este tiempo de duelo, había logrado percibir una ausencia tan intensa y profunda. Pero sin lugar a dudas, es ahora cuando estoy más convencido que las almas de nuestros seres queridos avanzan en silencio, serenas, seguras, transfiguradas en un inmenso todo con la eternidad.

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