🍬Hace Seis Días🍬

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Violeta no estaba segura de lo que estaban haciendo.

Hace unos días, manejar hasta Kentucky junto a un chico que no veía hace cinco años para charlar con otro de sus viejos amigos que estaba encerrado en un hospital psiquiátrico, a tan solo unas semanas de la competencia más importante de su vida, le habría parecido una idea descabellada.

Ella no era una chica aventurera y tampoco arriesgada. A decir verdad, no había hecho algo con tan poca planeación desde que tenía diez años. Ella prefería tener un plan, una estructura previa guiada por hechos lógicos y un destino determinado. Entonces, ¿qué se supone que hacía?

Augusto podía ser un dramático exagerado, pero tenía razón en algo: nada les garantizaba que los Boletos hubieran sido enviados por Charlie.

Tal vez ni siquiera quedaba algo de Charlie en ese jovencito, quizás el otro individuo ya lo estaba gobernando por completo y Charlie era apenas un recipiente sin alma.

Y luego estaba la otra posibilidad: podía ser una trampa.

Claro, los cuatro perdedores eran una amenaza para su seguridad, eran los únicos que sabían todo, no sería una sorpresa que esto de los nuevos Boletos fuese para atraerlos a la Fábrica y acabar con ellos de una buena vez.

Pero sonaba poco probable, Violeta conocía el modus operandi de Wonka, y si los quisiera muertos ya se habría encargado de eso hace mucho tiempo.

Igual, con muchas o pocas probabilidades a favor, nada quitaba el hecho de que Violeta estaba siendo precipitada con sus acciones.

¿Por qué de pronto le surgió la necesidad de regresar al lugar que arruinó su vida? ¿En serio era por Charlie o es que necesitaba algo más?

Ni ella era capaz de responder esas preguntas.

Porque, siendo sincera, ni ella se creía el cuento de que había sentido una conexión con Charlie al leer la carta.

Es decir, sí tenía la acorazonada de que él les había mandado los Boletos, pero no había sentido nada que lo confirmara.

¿Entonces qué sentido tenía entrar a un lugar del que podía no salir?

Claro que le preocupaba Charlie, claro que quería liberarlo y devolverle el favor. Claro que quería sacarlo de las garras de esa pesadilla.

Pero también quería que todo acabara.

Estaba harta de vivir a diario con ataques que le provocaban lágrimas, de subsistir a golpe de pastillas, de pasar las noches con la vista puesta en el vacío, de sentir que despertar era una lucha constante. Estaba harta de soportar esa agobiante vida.

Y quizás si esta vez hacían las cosas bien, quizás si esta vez nadie se quedaba atrás, si en esta ocasión las cosas funcionaban... quizás al fin Violeta podría dejar de odiarse.

—Mil ciento cincuenta dólares —contó Augusto en su billetera—. Y diez centavos.

—¿Nada más? —preguntó Violeta, dando la vuelta con el timón—. ¿Viste en todos los bolsillos de mi cartera?

—Cada uno de ellos.

Violeta resopló, debió haberse presentado al banco para solicitar un préstamo hace años. O debió dejar de ser tan testaruda y aceptar el dinero de su padre.

—¿Nos alcanzará?

—Un arma está como mínimo a 500. Imagina que compramos una para cada uno, apenas tendríamos ciento cincuenta para sobrevivir, de ahí hay que considerar nuestro hospedaje, la comida, tu gasolina.

—En eso se van los billetes en menos de dos días.

—Y mira que no estoy contando los arneses y comunicadores.

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⏰ Last updated: Oct 03, 2023 ⏰

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