🍫Hace Diez Años🍫

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Alguna vez, un profesor le dijo a los padres de Miguel que su hijo era un niño prodigio. Quizás con mayor apoyo y una escuela más avanzada, Miguel podría convertirse en un ingeniero de software a los quince años y un especialista a los veinte, tan joven y listo se le abrirían las puertas incluso en la NASA.

Su futuro sonaba prometedor.

Sin embargo, la suerte nunca había estado de parte de su familia y por eso, cuando su profesor le comentó tales oportunidades al padre de Miguel, el niño se echó a reír.

¿Qué esperaba? ¿Qué sus padres fuesen multimillonarios y pudieran mandarlo a un internado para genios o algo similar? ¡Por favor!

Miguel sabía que las únicas cartas que llegarían por debajo de la ranura de su puerta serían de deudas con el banco, la hipoteca de la casa, deudas con entidades externas y puede que amenazas de embargo. ¿Pero una carta de aceptación a una escuela privada? ¡Ja! Como si eso fuese posible.

Además, el profesor Brenner era el único que había visto cierto potencial en él, porque sus padres y el resto de la plana docente solo tenían una etiqueta para él: "niño problemático".

¿En serio? ¿Jugar videojuegos hasta altas horas de la madrugada es problemático? ¿Decir lo que piensa sin importar cuan cruel suene es problemático? ¿Discutir con los maestros porque son estúpidos es problemático? ¿Salir de la casa a diario para no tener que soportar a su madre y a su quinta botella de vino es problemático? ¿Escuchar música a alto volumen para no oír como su padres discuten por la falta de dinero es problemático?

No sabían de lo que hablaban. Ninguno sabía de lo que hablaban. A Miguel no le sorprendía, sabía que todos a su alrededor eran unos idiotas y no eran capaces de entender más de lo que querían ver.

Él no era un idiota. Él era un genio. Él era el futuro de su asquerosa familia. Y él iba a salir de esa detestable situación a su manera.

Estaba pensando en vaciar la cuenta de banco de alguien millonario y protegerlo en una cuenta fantasma, pero supuso que su padre, un profesor de geografía mal pagado, no tendría cómo justificarlo.

Entonces pasó el anuncio de los Boletos Dorados.

Era una propaganda simple: Cinco boletos para cinco niños, de los cuales sólo uno sería el ganador.

Esa era su puerta de salida a una mejor vida.

Miguel solo tuvo que trabajar tres días en una cabina pública y pudo ingresar al sistema de distribución de la Fábrica sin mucho esfuerzo. Después, sólo tuvo que desviar el paquete, calcular el día que fue elaborado, la distribución y la derivada del índice Nikkel, cambiarle la dirección, asegurarse de que llegara a la tienda más cercana a su casa y comprar casualmente el chocolate con el boleto ganador.

—Hasta un niño podría hacerlo —dijo él durante la entrevista, mientras continuaba con su partida en el videojuego.

Claro, debió suponer que iría la prensa. Era una vergüenza aparecer en televisión nacional con su madre en pijama, su padre recién llegado del trabajo y él en sus peores ropas. Pero no le interesaba.

—La mayoría del tiempo no sé de qué está hablando —dijo su padre a las cámaras, acomodándose los lentes—. Los niños de ahora saben tanto de tecnología que...

—¡Muere, muere, muere! —le gritó Miguel a la pantalla, estaba con el último enemigo a vencer y le disparó todo en su arsenal.

Su padre suspiró y revolvió los ojos, mientras que su madre sólo se acomodó el cabello detrás de la oreja.

—Qué parece que ya no son niños.

Listo. Miguel lanzó el último disparo y un mensaje salió en la pantalla: "Felicidades, eres un campeón".

🍫LA FÁBRICA DE CHOCOLATE 🍫|| RETELLINGWhere stories live. Discover now