Capítulo 15

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- Venga... Dime donde vamos...

- Las veinte veces anteriores te he dicho que no, y la respuesta va a seguir siendo no.

No paré de preguntarle desde que me vendó los ojos en el primer semáforo en el que nos detuvimos nada más salir del hospital... Estaba muy intrigada porque no soltaba prenda. Me impacientaba cada vez que el coche se detenía, y luego volvía a arrancar. Iba a matarle en cuanto me bajase, por lo mal que me lo estaba haciendo pasar.

Cuando nos detuvimos, tampoco me dejó quitarme la venda, ni bajar del coche sin que él me lo autorizase; sólo cuando me abrió la puerta y me dijo que le diese la mano, y que ni se me ocurriese destaparme los ojos. Me sujetó por un hombro para que no pudiese moverme del sitio mientras cerraba las puertas. Después, me cogió de la mano y empezamos a caminar despacio. Escuchaba mucho bullicio, como de gente arremolinándose. Finalmente, nos paramos. Había menos ruido, olía a hierba húmeda y el tímido sol que nos acompañaba, me daba en la cara.

Me soltó la mano y le sentí alejarse, dejándome ahí. Esperé a escuchar sus pasos. Se movió con mucho sigilo, hasta ponerse detrás de mí. Me puso las manos sobre los hombros muy despacio, para no sobresaltarme, y me dijo con voz suave:

- ¿Lista?

- Sí.

- ¿Confías en mí?

- Psche...

- Término medio. No está mal. - respondió.

Y me quitó la venda. Seguí con los ojos cerrados, hasta que me atreví a abrirlos. Me quedé boquiabierta, y con las mismas le miré:

- Sorpresa - me dijo, sonriente, con las gafas de aviador.

La Torre Eiffel se alzaba, inmensa, ante mis ojos, rodeada por miles de personas que la admiraban igual de perplejos que yo. Era impresionante. Estaba impactada.

- Bueno, ¿qué? ¿Nos quedamos aquí tirados en el césped? ¿O subimos?

- ¿Pero tú has visto toda la cola que hay...? Podemos tirarnos horas esperando...

- ¿Y acaso tienes prisa? Porque yo no - estaba encantada con el plan, pero me daba mucho apuro que tuviese que esperar tantísimo por un capricho; y además, me vino a la cabeza aquella pesadilla tan horrible que tuve, y preferí que nos marchásemos de allí. Pero no quiso hacerme caso -. Venir a París y no subir a la Torre Eiffel se considera delito, ¿sabes? ¡Vamos!

¿Estaba entusiasmado? Sinceramente, no lo creía, pero lo parecía. Poco podía negarle a ese hombre cuando se ponía insistente, y en el fondo me apetecía mucho verla por dentro. Sería un pecado si no lo hiciese, más cuando aquel viaje era la ilusión de mi vida. Totalmente diferente de como lo había imaginado, nada romántico y poco tranquilo. Pero, bueno, ahí estaba, al fin y al cabo.

Esperamos menos de lo que pensaba porque Alexander había sacado las entradas por internet (las dos horas no nos las quitó nadie, pero podía haber sido peor). Subimos en ascensor a la primera planta. Las vistas eran espectaculares, y la altura considerable... A pesar de estar recubierta por gruesas cristaleras panorámicas, no me atrevía a acercarme. Me quedé pegada a la estructura de metal, mientras dejaba a los guiris pasar. Mi compañero estaba muy entretenido mirando por aquellos prismáticos gigantes que había, pero me miraba de vez en cuando, haciéndome gestos con la mano para que me acercase; a lo que me limitaba a sonreír y no moverme del sitio. Finalmente se acercó:

- ¿Te vas a perder las vistas por un poco de vértigo?

- No... Si lo estoy viendo desde aquí.

- Está bien. Vamos a hacer una cosa. Me voy a quedar aquí contigo, hasta que decidas acercarte.

- Eso es presión, ¿sabes?

¿Dónde estás? (Secuestro)Where stories live. Discover now