09

57 41 70
                                    

Creo que...

Ir a terapia en un momento de duelo es la mejor solución al dolor.

No sanará al instante, pero entenderás muchas cosas.

Como el hecho de que no es bueno contenerse y guardar todo lo que sentimos. Eso solo hace que sea más difícil de superar la pérdida.

Así mismo, se debe de entender que retomar la vida a como era antes del fallecimiento de esa persona tampoco será algo sencillo, ya que cualquier cosa que hagamos nos recordará a como era compartirlo con el otro individuo.

Pero, si uno se toma el tiempo de dejar ir ese dolor, de ir disfrutando la vida lentamente, el momento de sanar será gratificante.

Claro que siempre estará ese dolor al saber que nunca más estará la otra persona, mas no podemos quedarnos estancados y hacer todo lo contrario a lo que nos hubiera dicho que hagamos: vivir lo que ellos no pudieron.

Mi terapeuta me recomendó dos cosas esenciales para poder sacar el dolor.

1. Escribir una carta con todo lo que no pude decirle en vida.

2. Llorar siempre que se quiera. No hay que quedarse con nada dentro.

Por lo tanto, a las semanas de asistir con ella, me hizo hacer una carta a Sergio con todas esas palabras que nunca pude decirle y de las que me arrepiento no haberle pedido perdón.

De igual manera, me dijo que, si quería decírselas como si estuviéramos frente a frente, lo mejor era ir al cementerio donde estaba enterrado y situarme al lado suyo, fingiendo que estábamos al lado del otro.

Así que ahí estaba otra vez, después de más de un año, regresando al lugar del que escapé por miedo a afrontar la realidad.

La tercera vez que iba a visitar la tumba de Sergio.

Ni en su aniversario luctuoso me atreví a ir. Ese día me quedé hecha una mierda en mi casa, llorando a más no poder.

Sin embargo, ahora, con el pasar de los meses, con ayuda psicológica, y con una nueva mentalidad, di el primer paso para entrar nuevamente a ese lugar.

Tomé aire y tragué saliva. Cerré los ojos e imaginé a mi hermano dándome la mano y acompañándome a entrar ahí.

Poco a poco, fui acercándome a su lápida. Me senté frente a él y toqué la piedra fría. Había dos ramos de flores, no muy secas; lo que significaba que algunas personas habían venido a visitarlo recientemente.

Al menos no lo habían olvidado. Me alegró eso.

Saqué un papel del bolsillo del pantalón y suspiré. Era una hoja escrita en ambos lados del papel.

Las manos me temblaban. Los ojos pronto me iban a escocer y la garganta a doler. Mas eso no impidió que comenzara a hablar y decirle todo lo que no pude a Sergio.

A hablar una última vez con él antes de finalmente cerrar su capítulo.

Palabras que nunca te dijeWhere stories live. Discover now