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Sergio apagó el vehículo y me miró con una sonrisa grande y mostrando los dientes. Le gustaba hacer eso cuando me dejaba en la escuela.

—Que te vaya bien, Uniqua —me dijo a modo de despedida e intentó darme un beso en la frente como solía hacer cuando era una niña.

A ver, que mi nombre era Juno, pero a Sergio siempre le encantaba llamarme por mi apodo infantil; el cual nació cuando en una de esas tantas tardes que pasamos juntos viendo la televisión, yo le decía que era Uniqua por mi caricatura favorita de ese entonces. Así que él se lo tomó en serio y me bautizó con ese nombre.

—Que soy Juno, entiende —espeté apartándome bruscamente y comencé a salir del coche—. Uniqua quedó en el pasado.

Cerré la puerta con fuerza para hacerle entender mi enfado y me fui directo a mi salón.

Entre más me adentraba a la adolescencia —casi adultez— menos abrazos o muestras de cariño de mi hermano quería.

Ya no era una niña a la que cuidar. Podía hacerlo por mi cuenta. Pero parecía que a él no le entraba en la cabeza.

Me senté en mi asiento, casi al fondo del salón, y me puse los audífonos mientras esperaba a mi mejor amiga. La única que entendía mis sentimientos respecto a dejar de ser la niña del hermano mayor.

Kiara llegó pocos minutos más tarde y nos pusimos a platicar de cosas sin sentido. El profe apareció ni bien íbamos a tomarnos unas fotos, por lo que nos interrumpió y quedó en cosa del pasado.

Matemáticas inició y yo me volví a poner mis audífonos para dejar de escuchar todo a mi alrededor.

✧✧✧

Salí del salón junto a Kiara y ambas nos sentamos en el jardín de la escuela, esperando a que vinieran a por ella. Yo podía esperar a Sergio, pero prefería tomar el camión para no estar con el otra vez. Tenerlo parte de la mañana y el resto de la noche no era algo que esperaba con ansias, por lo que intentaba prolongar mi tarde lo más posible para llegar en la mera noche e irme directo a mi habitación.

Tomé el camión junto a otros compañeros del salón y volví a sumergirme en mi mundo con la música, lejos de todos los demás individuos. Y no es que me molestara convivir, pero si podía evitarlo, con gusto lo hacía.

Digo, ¿de qué sirve hacer muchos amigos si al final solo te quedas con uno verdadero? Así que, con Kiara me iba bien. Era todo lo que necesitaba.

Me fui a un parque a matar el tiempo e ignoré los mensajes que Sergio me mandaba acerca de donde estaba o porqué no había llegado a la casa aún.

Que ya no era una niña, joder, que podía salir a donde quisiera sin permiso de nadie.

Además, papá y mamá nunca estaban en casa, así que ni ellos tenían derecho a decirme donde estar cuando ellos no lo hacían. Muchos menos Sergio lo tenía.

✧✧✧

—Finalmente llegas, Jun, no sabes lo preocupado que estaba —me dijo Sergio cuando cerré la puerta y aventé mi mochila a la esquina del vestíbulo.

Ignoré sus palabas y subí corriendo a mi habitación sin verle la cara y sin esperar por cualquier otra cosa.

—¡Juno! Te estoy hablando —gritó desde abajo y para demostrar cuanto me importaba, cerré la puerta de un portazo. Escuché los pasos de mi hermano al otro lado de la habitación y como tocaba la entrada de madera—. ¿Todo bien, Uniqua? ¿Alguien te hizo algo y temes decirlo? Sabes bien que siempre soy todo odios para tus problemas y dolores, puedes contarme lo que quieras.

Suspiré con frustración por su insistencia. ¿No entendía que todo lo que hacía era para evitar conversar con él?

—¿Juno? —preguntó con voz suave. Me froté los ojos y abrí la puerta para mirarle a la cara y hablarle.

—Estoy perfecta, gracias. Puedes dejar de preguntar de una jodida vez. —Intenté cerrar la puerta, pero Sergio metió el pie y evitó que ahí terminara la conversación.

—¿Segura? Últimamente has evitado hablar conmigo, por lo que quizás esté pasando algo. ¿Te están molestando otra vez? ¿Quieres que vaya a hablar con el director para hacer algo?

—¡No me están molestando! Simplemente no quiero hablar contigo y ya. Es todo lo que me pasa.

Empujé a Sergio fuera de mi habitación y lo dejé del otro lado, sin una oportunidad más para hablar.

—¿Por qué no quieres hablar conmigo?

Y no paraba. Una vez que Sergio iniciaba a cuestionar, no se detenía hasta que el tema muriera o se cambiara a otro.

—No me da la puta gana. Déjame sola.

Me lancé a la cama, esperando que mi hermano me volviera a insistir, pero en cambio, todo lo que hubo fue silencio. No supe si se quedó ahí afuera, decaído por mi humor, por mis palabras, o simplemente se fue.

El caso es que me volví a poner mis audífonos y me quedé dormida.

Palabras que nunca te dijeWhere stories live. Discover now