Los secretos que esconde tu sonrisa.

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Las pestañas de Xistra cubren sus ojos en cuanto baja la mirada. Son largas y algo rizadas. Humedece sus labios y la respuesta se queda atrapada en esa boca de pétalo que tiene.

Aparto con el pie la cesta que descansa entre nosotros.

—No hagas esto —murmura Xistra. Rompe el contacto con cuidado antes de alejarse tres simples pasos—. No me toques de esa forma.

Encajo el rechazo con una media sonrisa. Muevo los dedos y la magia chisporrotea para luego secar el suelo de un plumazo.

—Si quieres venir, me dirijo a Orquídea. —Recojo la cesta con la comida y camino de nuevo hacia la puerta—. Esperaré por ti hasta el anochecer, no tienes más que ir a la biblioteca de Rosa.

Empujo la madera y esta cruje bajo mis dedos.

—Gracias, Xistra —digo. Mi personalidad retorcida esconde la disculpa que bailaba en mi corazón—. Echaba de menos estar contigo.

Salgo al exterior y bajo la pasarela que conduce al bosque. Me interno en la arboleda sin prestar atención a lo que me rodea y, al cabo de un rato, me encuentro acompañado por la cierva que cuida de Xistra.

—He jodido bien el momento, ¿eh? —comento avivando el paso. La cierva me mira impasible, sin prestar atención a mis problemas mundanos.

Las copas de los árboles dejan pasar los rayos de un sol que no quiere calentar lo suficiente. Luces y sombras danzan en el suelo al ritmo de la brisa que sopla. Es un bello lugar, una pena que no pueda apreciarlo bajo este corazón apagado.

༺~ [❁] ~༻

Las noches con Albor se volvieron parte de mi rutina. Le contaba cualquier cosa y él lo escuchaba con interés. En alguna ocasión, permanecía en silencio a su lado y aprovechaba para descansar mi mente, pues apenas tenía reposo. Seguía usando mi tiempo libre para apaciguar mis emociones, perfeccionar el uso de la magia y buscar información sobre el estado de mi hermana.

La reina había cerrado el ala en el que vivían las cortesanas, debido a un altercado con varios esclavos insurrectos. Los únicos que tenían acceso allí, eran los guardias de alto nivel y las doncellas de cámara. Y yo no era un guardia de alto nivel, pero tampoco aspiraba a serlo.

La noche en que todo cambió, el cielo estaba despejado. Reinaba el frío de un invierno que no se marcharía en largo tiempo y las estrellas, con la constelación de La Princesa Robada titilando cerca de la línea en la que divide el mar y el cielo, se mostraban más brillantes que nunca.

Fui convocado de nuevo a la alcoba del príncipe y en cuanto llegué, él estaba observando el reino tras la ventana. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y los dedos hundidos en la tela de su túnica. Sus alas estaban plegadas y parecían formar parte del atuendo.

—Dime —habló sin girarse—, ¿has estado alguna vez en Orquídea?

Me quedé quieto, observando la expresión de Albor a través del espejo.

—No, su alteza.

Su ceño se frunció un poco.

—¿Sabes qué tipo de lugar es?

—Un lugar en el que los deseos pueden satisfacerse si llevas una buena cantidad de pétalos de cristal en los bolsillos.

Emitió una ligera risa.

—Ah, me gustaría ir —dijo.

Se giró y comenzó a caminar sin rumbo por la estancia.

—Nunca he visitado las ciudades sureñas, por norma general, el príncipe ha de quedarse en palacio para atender a los invitados. —Tras decir eso, se detuvo abruptamente frente a mí. Sus ojos bañados por la emoción. Sus dedos agarraron el lazo que sujetaba mi trenza—. Imagina, poder cumplir todos tus deseos. Por más oscuros y retorcidos que sean.

Lirio (BL🌈 En proceso 🐦)Where stories live. Discover now