♠TREINTA Y UNO♠

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Una de tantas tardes, mientras estaba desayunando en un restaurante de la playa, los vi llegar a él, a su madre y su hermana Judit al mismo lugar. Les dieron una mesa en la terraza y él quedó de espaldas a mí, mientras que su hermana estaba de frente y me agradó ver que ella estaba bien.

Se veía llena de vida y con esa especial forma que tienen las jovencitas para sonreír festejando la propia vida, me hacía sentir menos culpable por lo que le había ocurrido unos años antes.

Sentí una punzada de celos al verlos tan contentos, pero fue más la sensación de tranquilidad y sí, también de felicidad al verla con su familia. Era una sensación de añoranza un poco dolorosa y no dejaba de preguntarme si, quizá en su cabeza, siempre estaría la certeza de que ella intentó quitarse la vida, cuando en realidad, fue un acto vil impulsado por la venganza de algo en lo que ella nada tuvo que ver.

Me levanté para pagar mi cuenta y después fui al baño. Cuando salí para lavarme las manos, Judit estaba haciendo lo mismo en el lavabo, así que esperé mi turno. Era un solo mueble amplio, pero con una sola llave, ella me miró a través del espejo y me sonrió. Yo, un poco apenado, le devolví la sonrisa. Ella cerró la llave para poder cederme el espacio y sacudió las manos, lanzando un poco más que gotas sobre mi camisa azul cielo que inmediatamente comenzaron a extenderse y oscurecerse, viéndose más graves de lo que realmente eran.

—¡Oh! Cuanto lo siento, no fue mi intención. — Su voz flotó armoniosa hasta mis oídos. Era tan suave y musical que me arrancó una risa real. Una que no había sentido en mucho tiempo.

—Tranquila, solo es agua. — Sonreí para tranquilizarla.

—Soy Judit, un placer. — Se presentó como si no fuera la primera vez que nos veíamos. Bueno, para ella sí que lo era, pero yo la había visto antes en lo que fue, quizá, su peor momento.

—Eduardo. Un placer. — Tomé su mano en un saludo firme.

Estaba húmeda y fría, pero su mirada dócil fácilmente podía entibiar cualquier zona glacial. Sentí un subidón de calor extraño y confortable. No ese extraño frenesí que se experimenta en la entrepierna y sube hasta el vientre, sino una ola suave y cómoda.

Paz.

Una sensación tan poco frecuente y siempre anhelada.

—Un gusto conocerte en persona. Siempre te veo en las clases de orientación para los nuevos postulantes, pero es agradable hablarte en persona.

Solté su mano con un poco más de brusquedad de la que debía.

—¿Perdona? No entiendo.

—Estoy en las asesorías de la universidad para el examen de admisión y tú eres nuestro asesor. Eduardo Villareal. ¿No?

—Lo siento, no te reconozco. — Respondí desconcertado.

—Judit Capilla. Soy postulante, pero tranquilo. — Dijo haciendo un ademán restándole importancia a sus palabras. — No voy a ingresar, solo le doy gusto a mi madre, no pienso estudiar en esta ciudad ni de coña.

TE DESEO A TI (CENSURADA)Where stories live. Discover now