Capítulo 6. Un sentimiento escondido

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Adrián

    —¿Pero entonces eres gay? —me preguntó Raúl. No estaba sorprendido, su tono era totalmente neutral.

    No estaba muy seguro de cuál era la respuesta. O si lo estaba, pero llevaba tanto tiempo negándomelo a mí mismo que aún me hacía creer que desconocía la respuesta. En cualquiera de los casos, no podía hacer caso omiso a todo lo que había sentido durante la mayor parte de mi vida. No podía hacer caso omiso a todos aquellos sentimientos que tanto me había esforzado en reprimir pero que, inevitablemente, se habían ido magnificando cada vez más con el paso del tiempo.

    Era una pregunta muy complicada. Y, al mismo tiempo, una pregunta muy sencilla. Una respuesta que lo cambiaría todo. O qué no cambiaría nada.

    —No. No lo sé —admití aún con vergüenza por haberle contado lo que me estaba pasando. Mas bien, lo que llevaba intuyendo desde hacía muchos años y que, en los últimos meses, no había hecho más que aumentar—. Creo que soy bisexual.

    —Ah, bueno. Eso tendría sentido.

    —¿No te sorprende? —me encontraba mucho más sorprendido de lo que lo estaba él.

    —No —respondió sin ningún tipo de duda—. Quiero decir, estas con Inma, sí. ¿Y qué? Precisamente eso es ser bisexual. Te gustan las mujeres pero también los hombres.

    —Sí... supongo.

    —¿Te has enamorado de él?

    —¿Qué?

    —Que si te has enamorado de Samuel.

    —Por Dios, Raúl, le acabo de conocer. Claro que no —respondí decidido.

    —Técnicamente ya le conocías.

    —Ya me entiendes —Raúl se me quedó mirando fijamente, esperando que continuase mientras daba por hecho que tenía algo más que añadir—. Sí, me resultó atractivo y estuve muy a gusto con él, pero no lo conozco de nada. Además, yo... estoy con Inma.

    —Si, Adri, sé que estás con Inma. Pero eso no quiere decir que jamás te vayas a enamorar de nadie más. Lo sabes, ¿no?

    —Claro que lo sé. Pero yo la quiero —respondí de forma tajante—. Esto es simplemente una parte de mí que ni siquiera yo comprendía y que tenía que dejar salir.

    —Y has hecho bien —apoyó la mano sobre mi hombro e hizo una ligera presión para que me sintiese reconfortado—. Pero espero que también seas consciente de que una vez dejas salir un sentimiento que lleva casi toda tu vida reprimido, lo lógico es que quieras explorarlo más y experimentar con ello.

    —¿Qué quieres decirme?

    —Lo sabes perfectamente.

    —No va a pasar nada —respondí de forma tajante—. Lo tengo todo bajo control.

    —Eso espero. Pero ya sabes que estoy para lo que necesites.

    —Es agradable volver a quedar, ¿sabes? Para charlar, tomar algo... —dije yo sonriendo, intentando cambiar de tema y olvidarme durante un rato de lo que últimamente me estaba dando tantos quebraderos de cabeza—. Y gracias por escucharme con todo esto.

    Raúl hizo un gesto con la mano para demostrarme que no debía darle las gracias y, acto seguido, levantó el dedo para que el camarero que nos había atendido hacía unas horas nos trajese la cuenta. No sé cuantas coca colas me bebí durante el tiempo que estuvimos sentados en aquella pequeña mesa redonda junto al gran ventanal de la cafetería, pero necesitaba tanto un subidón de azúcar que no quise ni darle importancia.

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