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Taehyung me ha dado su número de teléfono para que podamos coordinarnos este viernes.

He estado tentado en mandarle un WhatsApp, un millón de wasaps, con el teléfono en la mano, la aplicación abierta y su perfil ante mis ojos, donde muestra una foto en la que saca la lengua, esa lengua que he chupado y me ha lamido. Pero he podido contenerme, siendo consciente de que debo evitar cualquier paso que me meta en otro lío.

El día antes de partir recibo un mensaje conciso donde me dice la hora y me recomienda que lleve algo de abrigo y un chubasquero, porque dan lluvias. Respondo con un sucinto «OK», aunque he tardado una eternidad en hacerlo después de escribir y borrar tantas palabras que podría haber inspirado la Biblia.

Viajamos en su coche. Nueva York está a menos de tres horas de casa y su Ford todoterreno es rápido y confortable. Cuando lo he visto cargando el maletero, con unos pantalones vaqueros desteñidos, botas y una sudadera con capucha de los Yankees, he

llegado a la conclusión de que es el tipo más sexy con el que me he cruzado.

—¿Solo eso? —me dice con una sonrisa ligera, señalando mi mochila.

—Y me sobra la mitad.

—Cuando viajo con Mi-suk llevamos una maleta enorme, aunque pasemos un día fuera de casa.

Miro alrededor. Estamos solos los dos.

—¿Y tus amigos?

Me contesta sin mirarme, mientras organiza el maletero, ya de por sí cargado de trastos.

—Han salido antes. Así nosotros vamos sin prisa.

No contesto, pero tengo la impresión de que se ha excusado con ellos, quizá incómodo por tener que viajar conmigo. Si es un viaje de compañeros de trabajo, lo normal es salir todos juntos, ¿no crees?

Me pasa por la cabeza la idea fugaz de cambiar de opinión. Aún estoy a tiempo de quedarme en casa, de pasar un fin de semana descansando, de... pero la imagen de Namjoon con ese ridículo bañador color rosa chicle por el que al fin se ha decidido, dándose el lote con el chef de Cool, me trae a la realidad.

—Estoy deseando llegar —contesto.

El camino se hace rápido. He temido que nos quedemos sin palabras, que esté lleno de silencios incómodos, o simplemente que descubramos que no nos caemos bien. Pero no es así. La conversación fluye sin esfuerzo: las ventajas de vivir en los suburbios, los problemas del trabajo, los antiguos amigos, conflictos de la niñez, otros novios, sexo.

—¿Con cuántos hombres has estado? —me pregunta.

Creo que estoy por debajo de la media. No llego a treinta y dos fueron a la vez en el parque del arroyo, aunque eso no sé si se llamará sexo.

Prefiero no ser preciso.

—Con algunos. ¿Y tú con mujeres?

Me sonríe y se muerde el labio inferior.

—Era muy promiscuo antes de conocer a Mi-suk.

—Eso lo contesta todo.

—Tengo una pregunta incómoda que hacerte, pero no sé si me voy a atrever.

Lo miro a los ojos. Él ha apartado un instante los suyos de la carretera y me observa con una mezcla de pudor y diversión.

—Dispara, y ya veo si te contesto.

Aún tarda en responder.

—¿Qué es lo que más te gusta en la cama?

Trago saliva. «Si me lo haces tú, lo que te apetezca, aunque me duela». Pero no digo eso porque no es una pregunta fácil.

Vecino (TAEJIN)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt