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Cuando salgo del aseo, tengo que apoyarme contra la pared, porque mi cabeza es un torbellino de emociones. Le acabo de comer la polla a mi vecino, joder, a mi vecino.

Hay ciertas normas que todos sabemos que no se pueden infringir: no te folles a un compañero de gimnasio porque lo vas a ver todos los días, ni a uno del trabajo porque tratarás con él todos los días, ni a tu vecino porque...

Cómo he podido ser tan gilipollas, tan salido, y cometer un error así.

Algo me hace sentir culpable, aunque no he sido yo quien ha dado el primer paso. ¿O sí? Quizá mis ojos gritaban que quería sexo, o he dicho algo que no me acuerdo, o... ¡Joder!, lo he acompañado al urinario. Eso no se hace.

Intento serenarme y regreso al comedor. Toca disimular, y encajar lo que Taehyung tenga que decir. Pero cuando llego a la mesa, me encuentro a Namjoon solo.

—¿Y los vecinos? —pregunto.

Él parece que acaba de darse cuenta de que yo no estaba, porque me mira como si no comprendiera.

—Mi-suk está en uno de esos días. Le dolía tanto que han decidido volver a casa.

Me paso una mano por el pelo. ¿Será que Taehyung se lo ha contado y esa ha sido la primera excusa que se les ha ocurrido para no montar un numerito?

Con el estómago revuelto me siento a la mesa. Namjoon parece encantado con la nueva vecina y me narra una a una todas sus virtudes. Yo lo escucho a medias, con cara de póker, mientras mi cabeza desarrolla un futuro trágico donde nos expulsan del edificio entre gritos de «maricón, destroza familias», y Namjoon me deja por ser una perra.

Volvemos a casa en otro taxi. Está especialmente cariñoso y hablador, y no me suelta la mano, la misma donde Taehyung me ha meado, la misma que ha acariciado la abertura de su glande. Hacemos el amor, quizá de una manera más romántica que otras veces. Me folla con calma, sin esa prisa por correrse que suele tener, y cuando se derrama dentro, me susurra al oído que me quiere.

Paso la noche envuelto en pesadillas. Ideas vagas me atraviesan.

Quizá lo nuestro, lo que hay entre Namjoon y yo, se esté por fin arreglando.

Aunque también puede ser que se sienta culpable, como el ramo de flores de un marido infiel.

También pienso en Taehyung, por supuesto. Con una vergüenza que me duele, y con una excitación que me golpea el vientre desnudo entre las sábanas.

En cuanto Namjoon se larga me doy una ducha prolongada y bajo a casa de mis vecinos. Es temprano y aún estarán los dos. Quiero exponer lo que ha pasado, pedir disculpas y, por supuesto, asumir mi responsabilidad.

Si no hago esto entraré en un bucle ansioso que, cada vez que vea a uno u otro por las escaleras o el ascensor, hará que se active.

Tengo que llamar dos veces y quien me abre es Taehyung. Está en bóxer y camiseta y me mira con la frente arrugada.

—¿Sabes qué hora es?

—Necesito hablar con vosotros.

Sus ojos destellan una expresión de sorpresa, pero se aparta para que entre, y yo lo hago hasta plantarme en el centro del salón.

—¿Y Mi-suk? —miro alrededor—. También me gustaría pedirle disculpas a ella.

—¿Disculpas?

—Por lo de ayer. Lo que sucedió en el servicio. De verdad que lo siento. Hay algo en mí que funciona mal. Te prometo que no se volverá a repetir y entiendo perfectamente que no quieras volver a hablarme.

Vecino (TAEJIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora