Miranda ha estado encerrada en una capsula del más allá, en una terrible oscuridad viendo lo que otros no ven; terribles fantasmas que más de una vez que han intentado apoderarse de su cuerpo para seguir permaneciendo en el plano terrenal. Todo es c...
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀ME OBSERVÉ AL ESPEJO por quinta vez, intentando aplanar las ligeras arrugas del vestido floreado que me había colocado; estaba tan nerviosa que sentía que el mundo me daba vueltas, necesitaba que todo saliera perfecto para pagar los gastos universitarios.
Salí de la casa siendo despedida y bendecida por mis abuelos, hacía dos días que logré arreglarme con ellos y comenté sobre los gastos que había realizado la semana pasada y cómo pensaba reponerlos, ellos no lo estuvieron de acuerdo pero finalmente terminaron accediendo.
Cuando estaba por salir del pórtico, un carro se estacionó frente mío evitando que siguiera mi camino, acto que me confundió ya que reconocí inmediatamente el auto y la energía proveniente de él. La puerta del piloto se abrió dejando a la vista el rostro angelical de Edward, retrocedí con mi bicicleta por instinto pero me detuve al conectar mirada con él sintiendo esa protección que me emitía él.
— ¿Qué haces aquí? —pregunté siendo directa.
Edward sonrió, como siempre con esa sonrisa luminosa y coqueta que poseía.
— Vengo por ti. —respondió, sin despegar la conexión visual que teníamos.
— Puedo irme sola, no era necesario.— rompí aquella conexión.
— Lo sé, pero quería buscar una excusa para poder pasar más tiempo contigo. —confesó, cuando escuché sus palabras que sonaban tan sinceras, mi corazón respondió con taquicardia.
Abrí y cerré la boca como pez fuera del agua, solté un suspiro calmando el latir de mi corazón, tiré la bicicleta a un lado y me dirigí a la puerta del copiloto para abrirla, pero Edward me detuvo.