En el mundo de Dominick Decker, la marca de flor con la que se nace lo es todo, por lo que él, siendo un desmarcado no puede más que sentirse excluido, al fin y al cabo, la popularidad y el valor están definidos por aquello que no tiene.
Con la ment...
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En los días difíciles me gustaba sentarme y contemplar el cielo, las aves y las nubes mientras reflexionaba sobre las cosas positivas y me repetía a mí mismo que las sombras también son necesarias.
Sin embargo, la existencia de Evren era una sombra que no tenía justificación. Cada vez que pensaba en él, una nube de incertidumbre oscurecía mi mente y me robaba la paz que tanto anhelaba.
«También hay cosas buenas que tienes sin merecerlas», recriminó mi voz interna. «Como Ewart».
Había pasado más de una semana desde que Evren interrumpió mi tranquilidad, y finalmente llegué a un punto en el que no podía ocultar mi malestar.
Aunque ver a Ewart me hacía feliz, no me sentía con ánimos de llenarlo con mis problemas. Trataba de esconder mis inquietudes, de actuar como si todo estuviera bien, pero él parecía percibirlo.
Nos encontrábamos sobre una jardinera mientras conversábamos e intercambiábamos mi cuaderno para que el otro continuara un dibujo. Luego de unos minutos, las líneas se habían convertido en una extraña mezcla de formas sin sentido.
Le extendí de regreso el cuaderno y lo miré de reojo. Su cabello largo, que ahora era totalmente violeta, se balanceaba despacio con el viento y creaba pequeñas ondas.
