II

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—Steve y tú han perdido la cabeza—dijo Debrah, negando con la cabeza entre disgustada y divertida, si no es que no era más lo segundo como si el caso lo fuera...—. A la señora Brown y a madre casi les da un ataque de nervios cuando los vio todos empapados, y no porque mojasen su alfombra preferida

Sus rizos dorados iban recogidos a media melena con un elegante pasador de oro y perlas que relucía bajo la luz del candelabro. Debrah era simplemente hermosa, y Natasha no veía motivo de por qué la mujer, siendo mayor que ella ¡seguía soltera! «¡¿Por qué?! Podría llevarse a Lord Charles y hacerle un favor...»

—De seguro estaba pensando mil maneras distintas de convencer al señor Charles y a la horrenda ardilla que llama bigote de que tanto tú como mi querido hermano no están liados—rió enérgica, echando la cabeza hacia atrás—. ¡Sí, claro! Como si eso fuera posible. Bueno, ahí se habría ido por la puerta otra oportunidad de encontrarte marido, como siempre, de no ser porque madre se apresuró a que nos acompañase a la mesa mientras tú y Steve se ponen decentes. —Debrah continuó con su palabrería.

Natasha olvidó lo confortable que resultaba estar con Debrah en ese momento. Más que su amiga, bueno, su lengua, para ser más específica, era un poderoso rival sin filtros y mucho menos consideraciones. Sus ojos verdes relucieron mordaces en su dirección y brillaron con malicia, al igual que su ensayada sonrisa ladeada.

—¡Mira quién habla! El salón de visitas estaría tan ausente de un jarrón de flores de no ser por los amables gestos de la señora Brown, porque de ser por un caballero, creo que tú y yo estamos en igualdad de condiciones. Así que si a mí me huyen los pretendientes, ¡A Dios gracias!, a ti no es como si te sobraran.

—Eso fue grosero, Natasha.

—Tú te burlaste primero.

—Hacía una observación—rodó sus azules ojos—. Además, si hubiera alguien de quien burlarme sin reparos, sería Nagel. El pobre debe estar cogiendo un catarro severo ahora, con el clima tan loco y poco seguro allá afuera. Hasta se ha empezado a nublar. Ya incluso comienzo sentir lástima por él, ni las criadas lo toleran lo suficiente como para ofrecerle una taza de té. Quizá yo lo haría...Si no se hubiera ido a quejarse con mis padres sobre haber rechazado a Lord Pembroke la temporada pasada. Y yo no soy una mujer que guarde rencores—«No, claro que no» Pensó Natasha; irónica—. Pero bueno, en fin, alguien debía decirle a ese pedazo de mentecato que era un adulador sin chiste. ¿Y ya le viste los dientes?—su menudo cuerpo se estremeció del horror...y, posiblemente, el asco—. Ni por todas las libras del mundo me casaría con él.

—Sí, acabo de notar que eres muy observadora.—sonrió. Natasha siempre apretaba los labios con aire sardónico cada vez que quería pasarse de lista. Porque podía, claro. Pero Debrah era igual de implacable.

—Sí, aunque si Nagel va a quejarse de algo, y suponiendo que ustedes dos son su blanco favorito, quizá andaban haciendo algo inicuo. —elevó sus cejas con diversión dándole aire jovial con toda y su apariencia inocente.

—¿Inicuo?¿Steve y yo? ¿Por quién nos tomas?—Natasha entrecerró los ojos y, luego, su expresión cobró claridad y se relajó—. Bueno, quizá solo Steve...Ya sabes cómo es...Un comentario aquí y allá y se olvida que está tratando con damas.

—Sí, otras veces puede tomarse demasiado literal eso de "olvidar que trata con damas", si nos valemos del hecho que para Steve, ninguna mujer con la que se hubiera acostado, podría considerarse "Dama", mucho menos suponer que podría ser respetable. Ni para él, ni para la sociedad. Gracias a Dios eres una jovencita muy, pero muy lista. Y gracias a Dios también porque eres lo más cercano a una hermana para nosotros. Si no lo fueras, quizá yo me habría vuelto loca y Steve ya habría usado sus "Infalibles dotes de conquista". Que al día de hoy, sinceramente no comprendo cómo es que logra desmayar a cuanta fémina se le cruce. Aunque si han venido con compañía de Henry la mayoría de veces y han sido incitadas gracias a él otras tantas, pues bueno, ¡Es él el culpable! De su libertino estilo de vida, su poca falta de cordura, ética y moral, el poco aprecio a su reputación y a su familia, y a su evidente falta de esposa. Bien podría ser lord Henry Seymour de Emberfield el culpable de esta y otras desgracias. Sí, no hay por qué solo culpar a Steve.

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