I

189 35 12
                                    

Londres, Invierno de 1885. Revista de sociedad Whites.

Queridos lectores, una vez más la alta sociedad se prepara para dar paso al evento más importante de la temporada; con la floreciente primavera que siempre se encarga de cubrir nuestros parques con sus vibrantes colores y este invierno que está llegando a su fin, nos preguntamos quiénes serán los nuevos rostros que nos acompañen este año. Se sabe que la temporada anterior el Honorable marqués de Basilweather contrajo matrimonio con la joven hermana del mediático Sherlock Holmes; la ahora también marquesa, lady Enola Tewkesbury. Se dice que la familia espera un heredero pronto. Al parecer fue un buen año en comparación con lo que ocurre puertas adentro del palacio real. Nuestra querida reina viuda está dotada de virtudes, entre ellas, la paciencia. De seguro la precedente experiencia con su alteza real; el príncipe Edward, era algo que dejaría mucho que desear. Excepto que las preferencias peculiares de su querido nieto el príncipe Albert, próximo en la sucesión al trono, están a punto de hacerla rodar cabezas como en los tiempos de la querida María Antonieta. Se espera que el joven príncipe recapacite a tiempo, las dependientas del mercado de Londres no tienen un título que las respalde. No es un secreto que el príncipe es tan libertino como su padre.

Tal parece que la lista de los buenos partidos de nuestra nobleza sería cada vez más escasa, de no ser por los jóvenes cotizados del momento, además de la pronta llegada del honorabilísimo y muy apuesto Lord Seymour de Emberfield a Londres, sin mencionar que otro de los objetivos y un fiel compañero de lord Seymour es el indomable sucesor de su gracia; el duque de Kensington. Suerte a quien logre atrapar a cualquiera de estos solteros primero...

—¡¿Suerte?! La que se quede con alguno de estos dos, pierde. En especial vuestra señoría honorable o cómo demonios sea. Henry no es más que un bufón lujurioso al igual que Steve.

La rubia despotricó echando a volar el pequeño panfleto entre sus enguantadas manos, sus párpados estaban tan estrechos que apenas se veía un destello azul de ira pura y de sus finos labios coloreados de rosa un gruñido frustrado más potente que el de su estómago se hizo presente.

—Debrah, te lo estás tomando personal. No lo has visto hace años y te lo cruzaste en un baile una vez.

—Natasha, es amigo de Steve. Eso trae más alertas consigo que un anuncio de guerra. Hablas como si no lo conocieras.

Bueno, debía aceptar que tenía razón. La pelirroja rodó los ojos y bebió de su té. Hizo una mueca al sentirlo frío. Debrah estaba tan obsesionada con esa revista que apenas la había dejado probar bocado mientras leía y se quejaba en voz alta.

—Solo dices eso por lo que sucedió en el baile de lord y lady Shepherd. No es el fin del mundo.

—¡El primer baile de temporada de lord y lady Shepherd..! Donde cabe resaltar que gracias a él estoy socialmente arruinada. Tengo veintitrés y me encuentro en el exilio social, a menos que un anciano decrépito como lord Wembley quiera casarse conmigo terminaré como una solterona— dramáticamente, Debrah cubrió sus ojos con el dorso de su mano— ¡Oh, Nat, no tienes idea de lo caótico que es estar ahí! ¡Es como entrar a un nido de víboras!

—Te creo. —Natasha se estremeció, suspirando con miedo en su interior.

—Te deseo mucha suerte este año, mucha, demasiada. Ahora, si me disculpas, iré a que mamá y papá se enteren de la nota que colocaron sobre Steve. —atravesó el corredor entre murmullos, posiblemente quejas sobre Steve, sin haber terminado su desayuno.

Natasha se levantó de su lugar y fue en dirección a la cocina, donde era seguro que podría encontrar a la señora Brown, la única persona que podía cubrirla del entrometido de Nagel. Pero, cuando estaba a mitad de camino, se retractó. Dio media vuelta sobre sus talones hasta lograr salir de la casa para explorar los terrenos, antes de partir a Londres mañana temprano.

MINEWhere stories live. Discover now